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UDATE | Iruñeko Sanferminak

Adrenalina a tope entre gritos y ritmo electro-latino

Con una media de precio de tres euros el viaje, las barracas de Iruñea ofrecen adrenalina a tope en sus 81 atracciones, en las que los gritos y el electro-latino se mezclan con voces de aspirante a barítono que invitan a jugar a la tómbola o a comer churros a 35 grados.

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Pello GUERRA

Nadie diría que hace un mes el río Arga campaba a sus anchas por el mismo lugar en el que durante estos días más de ochenta atracciones, entre las que se incluyen 22 puestos de hostelería y 20 espacios para afinar la puntería, se han hecho las dueñas y señoras del parque del Runa.

El miedo a que el césped húmedo durante tantos meses de lluvia no fuera capaz de aguantar las toneladas de peso de las diferentes barracas ahora casi suena a chiste, cuando el recinto se caldea a 35 grados a la sombra. Con semejante calorina, resulta lógico que las churrerías aparezcan desiertas y nadie compre la docena a cinco euros, y que, en cambio, el de la heladería no dé abasto. De hecho, las atracciones con más tirón son aquellas que ofrecen la posibilidad de recibir un remojón, como los Rápidos y la montaña rusa Selva Encantada, precisamente las que tienen el precio más potente del lugar, con 3,5 euros la vuelta y los salpicones.

Alrededor de esos dos epicentros pululan atracciones para todas las edades. Para los más txikis están el Scalextric y los caballitos, algunos de ellos con más Sanfermines a sus espaldas que el vallado del encierro.

Los hay que prefieren recibir un escobazo en el Tren de la Bruja o que se sienten atraídos por el puesto más polémico, el de los ponies. Un grupo de pequeños equinos aparecen ataviados con bufandas del Real Madrid y del Barça preparados para recibir a sus jinetes. Los progenitores se lo piensan, porque ha aparecido un grupo de defensores de los animales que se planta delante para protestar por «la explotación que sufren estos ponies, que se merecen todo el respeto». Sus mensajes son proclamados a los cuatro vientos con la ayuda de un megáfono, rivalizando con la publicidad que lanza la misma barraca. Mientras se desarrolla la protesta, pocos son los que montan en los ponies, pero una vez que termina, el local se pone a tope, aunque la vuelta salga a cinco euros.

Para preadolescentes y juventud ansiosa por poner a prueba la «patata», no faltan todo tipo de brazos articulados capaces de hacer los giros más inverosímiles. En atracciones como Inverter, Tecno Dance, Salto Mortal, Gigant XXL, Mega Kanguro, Boomerang o Nuevo Maxi, el personal es zarandeado sin misericordia para ponerle boca a abajo, de medio lado y agitarlo como el contenido de una coctelera, mientras los gritos y más de una expresión de agobio se vislumbra con la máquina rulando a velocidad de vértigo y el electro-latino sonando a todo volumen. Para que nadie salga despedido, amarran a los «clientes» con todo tipo de arneses o los meten en una jaula, como en Alcatraz o en la proa y la popa de otro clásico, la Barca Vikinga.

Mientras las diferentes partes del organismo se reubican, nada mejor que afinar la puntería explotando globos o partiendo palillos a perdigonazos. En este terreno se echa en falta la mítica carrera de camellos, que ha sido sustituida por una de pitufos. Nada de bolas, ahora «ponemos el culito en pompa» (según recomienda la animadora) y apuntamos con una pistola de agua a una diana. El líquido hace subir a unos muñecos con forma de pitufo como si fuera el mejor cubata del mercado.

Como el calor aprieta, no puede faltar el vino añejo, aunque también hay locales, autodenominados mesones, donde se ofrece todo tipo de bebida y comida, aunque en una de ellas muestran un cochinillo asado atravesado por un espetón que da un poquito de grima. El medio pollo asado con patatas o con pimientos (siete euros) parece ser el rey de una oferta que tiene más tirón cuando cae la noche y los noctámbulos campan a sus anchas por el recinto.

Y para completar, a falta de una, dos norias. La tradicional (tres euros), al lado de las barracas y la de 70 metros (cinco el viaje), sola en Antoniutti. Nada mejor para los defensores de que Iruñea es Mordor que la urbe tenga dos torres dominando la Tierra Media de la fiesta.

 

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