La alargada sombra de Holanda, principal instigador y máximo beneficiario si el expediente contra el tax-lease -ayudas fiscales a los astilleros- prospera, ha puesto al sector en una situación de vida o muerte dada la incapacidad de los astilleros vascos -la Naval, los dos de Zamacona, Murueta y Balenciaga- de devolver los aproximadamente 1.000 millones de euros que les correspondería. En estos casos, lo más fácil no siempre es lo más efectivo. Hacer del comisario Almunia un «pim-pam-pum» sobre el que descargar la impotencia o presentarlo como único responsable de la suerte de miles de trabajadores es inútil. La UE dice que son los armadores quienes pagarán, pero estos firmaron contratos donde se guardaban las espaldas ante la práctica del tax-lease. Todos sabían que caminaban al filo de una navaja. Ahora, miles de trabajadores vascos pagarán los platos rotos. La UE, sin embargo, si quiere tiene donde inspirarse para solucionar el chandrío. Antepuso el interés de los bancos al de los ciudadanos, privilegiándolos en el muy rentable negocio de financiar estados y ni siquiera con sus propios recursos, sino con los que les da el BCE. Si puede ayudar a la banca, ¿por qué no a los astilleros?