Alberto Pradilla | Periodista
Zorionak Iruñea!
Recuperado el uniforme de civil, padeciendo los estertores de esa resaca casi crónica y con la ropa blanca todavía sin abandonar la lavadora, la Iruñea postsanfermines afronta ese momento de echar la vista atrás y hacer balance. Este año, a pesar de todas las dificultades, creo que es de justicia alzar la copa y brindar por la gente, que ha demostrado que somos mayoría los que creemos en una capital más abierta, participativa, justa y fuera del alcance de los cleptómanos que ahora la gobiernan. Lo merecemos. Desde la carpa de Gora Iruñea! pasando por la ikurriña del chupinazo y el «UPN kanpora» que, a falta de canción del verano, se ha convertido en la verdadera BSO de estos nueve días, la exhibición de los movimientos populares ha sido épica. Si las fiestas suponen la proyección de un modelo de ciudad, es evidente que el régimen se resquebraja. Y también que hay ilusión, fuerza y ganas para construir esa otra Nafarroa.
Por un lado, estos han sido los Sanfermines del «que se vayan». Del escarnio público contra los imputados y ladrones. Como el 7 durante la procesión, convertida casi en una nueva versión del riau-riau. De hecho, si imputados como Enrique Maya siguen aferrándose al sillón no me extrañaría que terminasen suspendiendo la comitiva como ya hicieron con el tradicional acto de las vísperas. No olvidemos que, durante décadas, la clase política de la Nafarroa oficial ha mirado al populacho con desdén y soberbia. Por eso, no se puede sino sentir una honda satisfacción al verlos cariacontecidos, en fila de a uno, rodeados por policías municipales y enfrentándose al espejo de la ira generalizada. Especialmente cuando este señalamiento no se limita a los actos del programa, sino que se ha extendido a cualquier ámbito de lo público. Estos días son innumerables las historias que circulan sobre anónimos indignados increpando a Yolanda Barcina en lugares donde antes solo había pleitesía.
Al cabreo generalizado hay que sumarle esa sensación de subidón permanente que se desató desde el mismo chupinazo, cuando los arrantzales y la gigantesca ikurriña mostraron al mundo por qué Nafarroa no es un lugar normalizado. Hay que ver lo bien que sabe la victoria.
Hoy Maya intentará vender la imagen de «aquí no pasa nada» a la que se ha aferrado durante los últimos días y Eduardo Vall podrá reiterar su legendario lema del «respeto institucional». Pero, en realidad, ellos también saben que las reglas de su juego ya han cambiado. Zorionak Iruñea!