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Raimundo Fitero

Directo

 


Formaba parte del decorado real y emocional de la sala de prensa de la Casa Blanca. Heleen Thomas fue durante cincuenta años corresponsal política en esa sede de la presidencia del Imperio, y había trascendido su figura a su labor periodística. Se la conocía por ser una incisiva preguntadora a los presidentes que tuvo delante, desde Kennedy hasta nuestros días y en los momentos más delicados. Una actitud que le granjeó respetabilidad y no pocas molestias, especialmente cuando opinó de manera rotunda sobre el conflicto en Palestina recomendando que salieran los israelitas de los territorios ocupados.

Ha muerto con noventa y tres años, la vemos en todos los noticiarios con imágenes retrospectivas, con sus tics, su sentido del humor, sus despedidas, pero siempre en comparecencias realizadas en directo por los presidentes o sus portavoces. Nostalgia. Un directo es un milagro en los tiempos informativos actuales. Un corresponsal político en el parlamento de Gasteiz es un visitador de despachos, un procurador de encuentros casuales en los pasillos, un luchador por tener citas privadas porque las públicas son escasas. Las comparecencias son unos rituales tediosos y sin otra misión que dotar de los cortes adecuados para las televisiones de partido.

No se trata de estar siempre en una excitación nostálgica, pero sin ir más lejos, en directo, en el campeonato del mundo de natación, con la pitada solemne al himno español en el Palau Sant Jordi de Barcelona de fondo, vemos a una reportera entrevistando, a una nadadora maquillada hasta las neuronas, Ona Carbonell, que se entera en directo de que ha ganado el bronce y se produce un cortocircuito mental y expresivo que afecta a la sirena con pestañas postizas y a la locutora con micro. Es mejor que tenga a su asesor al lado, que diga sus cuatro frases hechas, que esos segundos angustiosos. Tan delirante que parecía un monumento al diferido. Una entrevistadora más emocionada que la nadadora que era una máscara, una sonrisa pegada debajo de unas pestañas, en un rostro recargado de maquillaje waterproof. Quizás por eso no movía ni un músculo facial ni transmitía ninguna sensación. Un mal anuncio.

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