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Calidad y diversidad, señas de identidad del jazz en gasteiz
A falta aún de la valoración oficial de los responsables, desde este diario opinamos que la ya finalizada 37 edición del Festival de Jazz de Gasteiz ha estado marcada por actuaciones que, aunque diversas en estilos y formas, han compartido calidad y alto nivel. Paco de Lucía, Melody Gardot e Ibrahim Maalouf, entre los destacados de la semana.
Alo largo del día conoceremos la valoración que sobre esta 37 edición del Festival de Jazz finalizada este último sábado -en olor de multitudes, de multitudes satisfechas- hagan los organizadores; valoración que suponemos será positiva. Así lo entendemos desde GARA ya que, a nuestro entender, el certamen se ha caracterizado por actuaciones que, aunque de diversos estilos, han tenido el denominador común de su gran calidad, amén de elegantes puestas en escena.
La respuesta del público, por su parte, ha sido bastante buena, como atestigua el hecho de haberse vendido todos los abonos y que el pabellón de Mendizorrotza registrara muy buenas entradas, llenándose la última jornada, el sábado, 20 de julio, en la que se reencontraron dos figuras de la música como Paco de Lucía y Chick Corea.
El respetable, además, gozó de las actuaciones. Prueba de ello fue la atención con que fueron seguidos los conciertos, las ovaciones con las que fueron premiados los músicos, las caras de complacencia y los comentarios escuchados en las mañanas gasteiztarras.
Nos referimos casi en exclusiva a los conciertos de Mendizorrotza (con la salvedad del Jazz de medianoche, en el Hotel Canciller): la coincidencia del Festival de Jazz de Gasteiz con otros eventos (BIG Festival de Biarritz, Festival de Blues de Getxo) nos impidió cubrir la siempre interesante programación de la sección Jazz del siglo XXI en el Teatro Principal.
Han sido varias las oportunidades en las que los tópicos nos han saturado: «el jazz, no sé, nunca me ha gustado porque es aburrido» o «el jazz es para intelectuales». Aunque para gustos están los colores, quienes pronunciaron esas palabras no se habían acercado por Mendizorrotza. ¿Es el gospel aburrido?, ¿lo es Paco de Lucía?, ¿Tom Harrel interpretando a Dizzy Gillespie?, ¿Branford Marsalis tocando estándares?
Con motivo de la presentación de esta 37 edición, Iñaki Añua, director del festival, señaló que no habían hecho la programación que ellos querían, si no una programación susceptible de atraer a casi todo tipo de público amante de la música. No faltan, de todos modos, las voces críticas que opinan que siempre se ve y escucha lo mismo, que siempre se repiten nombres y que, en el mundo del jazz existen otras muchas cosas que no están presentes en Gasteiz.
Otro punto clásico en las polémicas es el referido a qué es jazz y qué no lo es. Desde estas páginas vemos con buenos ojos los intentos por popularizar esta música (no de rebajar metas y contenidos), los intentos por ampliar sus registros; hemos querido definir el jazz como una actitud creativa, furiosamente creativa.
Paco de Lucía, por lo tanto, sería de la partida. El guitarrista Bill Frisell y su cuarteto de cuerda, empeñados en interpretar su último disco, ya son otro cantar. Habrá diversidad de criterios, imaginamos.
A don Juanan Ruiz (autor de las estupendas fotos que acompañan estas líneas) y a mí, nos han gustado Ibrahim Maalouf (por su música y su simpatía), Melody Gardot, el elegante Branford Marsalis (para otros, «demasiado clásico») y, obvio, Paco de Lucía. Falta un año, veremos que nos trae el 2014.
La Jam Session entre Paco de Lucía y Chick Corea fue un brillante cierre para el festival de jazz de Gasteiz
A las 21.00 salieron a escena Chick Corea & The Vigil, a los que el líder presentó como una nueva formación y una nueva música. Luego, a la hora de la verdad, el combo se limitó a interpretar cuatro temas: “Hot House” (Tad Damero); y tres más compuestos por Corea: “Portals to Forever”, “Planet Chia” y “Galaxy 32 Star 4”.
Chick Corea es una suerte de Jeckyll y Mr.Hyde, capaz de sobrecoger al auditorio con sus dedos o de aburrirlo hasta el bostezo. En mi humilde opinión, el sábado tuvimos una buena ración de tostón basado en el Chick Corea más eléctrico y más fussion. Mucha sicodelia y poco fundamento. De hecho, lo más aplaudido del repertorio fue aquello teñido por aires flamencos.
Además, la banda no parecía motivada, quizás porque hasta ellos se sabían ajenos al plato fuerte de la noche, lo deseado por el público: Paco de Lucía y la posterior jam session junto a su líder. Prueba de ello fueron sendos anodinos solos a cargo de batería y percusión al comienzo de dos de los temas. Solos que, a pesar de los pesares, fueron aprovechados por los aplaudidores, grupo humano que en esta edición no ha encontrado el más idóneo de los marcos para dar rienda a su afición.
Después de hora y cuarto de actuación, abandonaron el escenario y el pabellón que, entre público y metereología, registraba temperaturas de lipotimia.
Con Paco llegó el escándalo
En mi adolescencia, uno de mis amigos acostumbraba a decir que, para él, el blues era esa música que te hacía sudar sin necesidad de moverse. Con el paso del tiempo yo, por mi cuenta, extendí esa categoría a personajes como Miles Davis, John Coltrane o Stan Getz, por poner unos pocos ejemplos. Yo, una persona en nada familiarizada con el flamenco y unos estudios musicales que no llegaron mucho más allá del Solfeo de los solfeos 2b, el sábado sudé de lo lindo escuchando a Paco de Lucía; y no fue, precisamente, por el calor.
Después de escuchar a Paco de Lucía y su banda, entendí los tacones kilométricos, los trajes de gala, la reventa y que mi amiga Natalia quisiera raparse el pelo para entrar con mi credencial. Fue un gran concierto y un gran espectáculo, con todas las letras.
Paco de Lucía, esa persona de gesto amable a quien todo el mundo quisiera tener como amigo o cuñado, salió acompañado de su guitarra: «Esperad un poco a que se acostumbre –dijo refiriéndose al instrumento– que con el calor las cuerdas se ponen para arriba». Y solo interpretó el primero de sus temas. Después, de modo progresivo, fueron añadiéndose el resto de tremendos músicos con los que se hace acompañar: percusión, bajo (increíble), armónica, guitarra y los tres cantaores-palmeros, uno de los cuales era, además, bailaor.
El público siguió la actuación envuelto en un silencio sepulcral, religioso, místico. Silencio muestra de respeto y aprecio porque la gente quiere a Paco, y mucho.
No sé si el flamenco es jazz, pero Paco de Lucía tiene actitud, esa de la que hablábamos hace pocos días. Paco es ritmo, melodía, imaginación y, por supuesto, un intérprete genial.
El bailaor, dale que te pego, improviso con sus taconeos con más emoción y tino que muchos otros de los músicos que, estos días, han desfilado por Mendizorrotza. Supo, con sus movimientos, interpretar los sonidos, dotarlos de color y, a consecuencia de todo esto, enardecer al respetable.
La jam fue una continuación de esa tendencia: era la banda que había fichado a un gran pianista, Corea, que protagonizó momentos bien líricos en sus cara a cara con Paco; hizo incluso la humorada de poner a cantar a los asistentes que con los famosísimos “Entre dos aguas” y “El concierto de Aranjuez” de Rodrigo, llegó al paroxismo y disfrutó de lo lindo. A.H.