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CRíTICA: «Keep the Lights On»

La película más autobiográfica e intimista de Ira Sachs

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Mikel INSAUSTI

El intento de acercamiento a la industria de Hollywood por parte de Ira Sachs con «El juego del matrimonio» no resultó nada satisfactorio, por lo que dijo adiós a las historias de amor e infidelidad sobre parejas heterosexuales, con o sin supense. Ha tenido cinco años desde entonces para reintegrarse en el movimiento queer y volver al tipo de cine independiente que le consagró en Sundance con «Forty Shades of Blue». Pero es que además «Keep the Lights On» es su película más autobiográfica e intimista, en la que se atreve a contar su relación personal con Bill Clegg, autor del libro de memorias «Retrato de un joven adicto a todo».

El abogado relacionado con el mundo editorial es rebautizado en la ficción con el nombre de Paul, mientras que el alter ego del cineasta es un documentalista llamado Erik, que está trabajando en un documental de celuloide oculto sobre el pionero del arte gay Avery Willard. El corto en cuestión existe y se titula «En busca de Avery Willard», habiendo sido realizado de forma paralela al largometraje por Cary Kehayan.

Se aprecia un desequilibrio dramático entre los personajes de Erik y Paul, habida cuenta de que Ira Sachs se vuelca más en el primero, que es el suyo, quedando el otro más indefinido. También coincide que la interpretación del actor danés Thure Lindhardt es mejor que la de su desdibujado compañero de reparto Zachary Booth. Se impone su punto de vista dentro del relato, como el enamorado capaz de soportar todo tipo de humillaciones por parte de su pareja, a la que intenta rescatar de su adicción al crack, esperándole siempre a pesar de sus intermitente recaídas, las cuales convierten la relación en constantes idas y venidas a lo largo de una década.

La narración se vuelve dispersa en la medida en que los protagonistas no consiguen la continuidad de una convivencia estable, caminando sobre la cuerda floja de la amenaza de una ruptura definitiva. Un progresivo distanciamiento que contrasta con la fotografía interiorista del griego Thimios Bakatakis, consagrado internacionalmente por la opresiva «Kynodontas».

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