CRíTICA: «About the Pink Sky»
El potencial adolescente para cambiar las cosas a mejor
Mikel INSAUSTI
Voy a romper una lanza a favor de la ópera prima de Eiichi Kobayashi, premiada en los festivales de Gijón y Tokyo, aunque sé que no le faltan detractores. A nivel estético combina muy bien lo que es el minimalismo del anime japonés con el blanco y negro de la nouvelle vague, porque sus películas son eternamente jóvenes y rebeldes. El debutante, que proviene del videoclip en asociación con el grupo Da Pump, renuncia expresamente a la música, optando por el sonido directo que utiliza de forma muy incisiva. No sólo ha escrito y dirigido la película, sino que también la ha fotografiado y montado en un todo coherente alejado de las formas convencionales.
En cuanto al contenido «Momoiro sora o» debe mucho a los cuentos morales de Rohmer, pero sobre todo a «L'argent» de Robert Bresson. El dinero, en efecto, sirve de catalizador para el desarrollo ético de la historia, protagonizada por la típica colegiala japonesa que vive junto con el resto de sus compatriotas la crisis que en el 2011 afectó al país del sol naciente. Es lógico que se sienta contagiada por una oleada de pesimismo, apreciable en su costumbre de puntuar las noticias del periódico según sean positivas o negativas, motivo por el que todos los días le sale una calificación de menos muchos puntos.
El destino, sin embargo, pondrá a prueba su honradez nipona, así como su potencial adolescente para cambiar las cosas. Se encuentra una cartera con una importante suma de dinero, de la que presta dos terceras partes a un amigo con deudas. Junto a sus dos compañeras da con el dueño, que resulta ser el hijo de un político corrupto, que en teoría no debería necesitar esos yenes perdidos. Pero éste se hace el digno y reclama una prenda a cambio de lo que falta: la protagonista deberá hacer un diario con buenas noticias para animar a un amigo íntimo suyo que se encuentra en el hospital.
La lección que la irónica Izumi aprende representa el triunfo de lo subjetivo sobre la fea realidad social, como única manera de optimizarla. Se trata de imaginar el color rosa en un cielo de tonalidades predominantemente grisáceas.