César Manzanos Bilbao | Doctor en Sociología
La militarización de la política
Si algo hemos aprendido es que hace tiempo que asesinaron a esa doncella. La democracia no es más que una forma de mercantilizar la política y, el derecho burgués que la sustenta, la forma más sibilina de violencia, terror y guerra auspiciada por las jerarquías judiciales al servicio de su imperio
Una de las bombas ideológicas con las que las empresas mediáticas del capital atacan nuestras conciencias es esta que suena con sostenido y ensordecedor estruendo: «la política ha muerto, es la economía (mercantilista, claro está) la que manda en todas las decisiones que atañan a la forma de organizar la vida de los sujetos sujetados a y por ella». Este dogma de su escolástica, justifica todo tipo de atrocidades: suspender democracias, invadir países, exterminar pueblos, convertir al sujeto de derechos en un sujeto precarizado, reducir salarios, asesinar la soberanía; en definitiva, practicar una política de guerra contra los propios ciudadanos a los que se dice proteger.
Ni qué decir tiene que este principio imperialista básico trata de instalar en la conciencia colectiva la idea de que ya no es posible transformación alguna que suponga socializar los medios de producción, la idea de que la democracia no es más que un símbolo aglutinador de aspiraciones ideales que deben de ser indefinidamente suspendidas y aplazadas, debido a que las amenazas exigen un estado permanente de excepción, en el que se instaura una dictadura militar cada vez menos camuflada con el supuesto fin de defender la democracia de ataques terroristas abricados con el fin de militarizar la política y de secuestrarla.
Esto nos recuerda a los cuentos medievales de la doncella encerrada en el torreón y custodiada por soldados para que todo el mundo la vea y a la vez fundamente el poder señorial y militar sobre los súbditos en virtud de las defensa de esa princesa. Lo interesante de la metáfora es constatar que en estos cuentos al final siempre queda patente que los enemigos y quienes amenazan a la democracia disfrazada de princesa no son exteriores, sino que son enemigos interiores, los mismos que supuestamente la protegen y que se la inventaron como excusa para someter al pueblo, no para empoderarlo.
Pero si algo hemos aprendido del malestar, del miedo, de la ansiedad, de la inseguridad existencial que tratan de imponernos, es que hace tiempo ya que asesinaron a esa doncella. La democracia no es más que una forma de mercantilizar la política y, el derecho burgués que la sustenta, la forma más sofisticada y sibilina de violencia, terror y guerra auspiciada por las jerarquías judiciales al servicio de su imperio.
Por eso, uno de los dispositivos básicos de autodefensa que podemos activar es, como dice el titulo de la canción de Riott Propaganda «Revolución», hacer que el miedo cambie de bando. Y a esto se le llama politizar el miedo y el malestar social, transformarlo en rabia y explosión para así evitar que consigan que reventemos por dentro, que perdamos la cabeza haciéndonos pensar que todo está perdido y que ya, a pesar de que la diferencia de clases es cada vez más escandalosa, los intereses y reivindicaciones de las clases populares han sido derrocados, que solo nos queda la opción de someternos. Están apañaos si pretenden engañarnos con éstos macabros cuentos de hadas. Nosotros también manejamos datos precisos y sabemos que su proyecto hegemónico tiene fecha de caducidad.