La escuela que enseña a las niñas afganas a decir «no»
Dah Yaya es un pueblo afhano rodeado de colinas rocosas, y las tradiciones reservan a las mujeres un papel secundario. Pero en una escuela de la aldea, las niñas aprenden a imaginarse otro destino, a decir «no» a las opciones que les son impuestas.
AFP
Desde Kabul, se tardan menos de 40 minutos en coche en llegar a Dah Yaya. Una vez allí, tenemos sin embargo la impresión de que está totalmente fuera de Afganistán. El pueblo aparece en el límite de una de esas colinas áridas y polvorientas que rodean la capital afgana, al final de un estrecho camino bordeado de casas de adobe, construcciones tradicionales de barro.
Las mujeres de Dah Yaya llevan burka, las adolescentes también. Por lo menos tienen su escuela, el centro de educación Zabuli, una institución privada y gratuita, financiada con donaciones, fundada en 2008 por Razia Jan, una afgana-estadounidense.
Después de cruzar el umbral de la escuela, las alumnas se quitan ese velo azul que les esconde a los ojos del mundo, y lo abandonan descuidadamente sobre una barandilla de la escalera.
«Tenemos 400 niñas aquí», explica la señora Jan, cuya labor en Afganistán llevó a la cadena de televisión CNN ser nombrada una de los «Diez héroes del año».
«Procuramos que ellas sean capaces de hablar por ellas mismas. Qué tengan la fortaleza para decir `no' si les ofrecen algo que no quieren», añade.
La enseñanza que les dan aquí contrasta con el nivel medio en Afganistán. Aunque la tasa de escolarización de las niñas (el 42%, según datos del Ministerio de Interior) ha progresado de manera vertiginosa tras la caída del régimen talibán en 2001, el abandono escolar sigue siendo importante y la atención dedicada a las niñas varía considerablemente según las áreas geográficas, cuando no son víctimas de intimidaciones y violencia.
«En otras escuelas, pasan mucho menos tiempo en clase, unas dos horas al día. Aquí ellas se quedan la jornada completa», remarca la señora Jan.
En una clase de la escuela, las niñas de entre 4 y 6 años están recibiendo clases de inglés. Arriba, las alumnas tienen acceso a los ordenadores y a internet.
«Quiero decidir con quién me caso»
Zuhal Ansaari, de 15 años de edad, está en el tercer curso. Esta apasionadadel dibujo, que aspira a ser profesora, está convencida de que su destino le pertenece.
«Los hombres y las mujeres tiene los mismos derechos. Si una mujer tiene un buen nivel de educación, su papel en el seno de la familia se vuelve más importante, ya que sabe por lo menos tanto como su marido», asegura con firmeza esta adolescente viva y chispeante, fan de Justin Bieber y Jennifer Lopez.
Nazaneen Jahd, de 14 años y alumna de cuarto, cree que algún día una mujer dirigirá el país. «¿Por qué no? Si ella tiene un buen nivel de educación y si se le da la oportunidad, una mujer puede llegar a ser presidenta de Afganistán. Yo espero que sea pronto», sostiene.
En Dah Yaya, como en el resto del país, las niñas, a veces forzadas a aceptar matrimonios negociados en función de los deseos de los hombres, deben dejar la escuela temprano.
«Cuando una niña se convierte en mujer, o en adolescente, sus padres, especialmente su padre, puede obligarle a casarse, incluso con un hombre de 65 años», explica Nahid Alawi, una maestra de la escuela Zabuli.
Si la escuela no tiene intención de inmiscuirse en los asuntos de los demás, su personal trata de apoyar a las que rechazan esos arreglos. «Nosotras les aconsejamos, diciéndoles que son demasiado jóvenes para casarse», señala Alawi.
Rahila Rohullah, alumna de tercero, se enfrentó a su familia durante seis meses. Su padre, reconoce, quería un «intercambio» casándola con el padre de una mujer con la que él quería contraer matrimonio. A pesar de los golpes, las amenazas, ella se resistió, encontrando en la escuela el consuelo que le permitió aguantar durante seis meses, hasta que su padre renunció a su idea.
«Esto para mí es decidir con quién me caso. No voy a permitir que mis padres elijan por mí», afirma esta niña cuyas facciones marcadas y ojos cansados delatan la agotadora experiencia por la que ha pasado.
Es quizá esta escuela la que está forjando un pequeño pedazo del futuro de Afganistán. Pero Razia Jan cree que un día estos esfuerzos podrían ser destruidos con el retorno al poder de los talibanes, que resisten después de 12 años de guerra contra una coalición internacional liderada por EEUU.
«No se puede confiar en ellos, son asesinos», señala. «Cuando una serpiente le ha mordido una vez, es capaz de volver a hacerlo», subraya