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Raimundo Fitero

Iconos

 


Algunas fotografías se han convertido en iconos históricos que han ido formando la imagen identificadora de una generación, una idea del mundo, un movimiento o una organización del caos. Revisar el álbum de fotos personal o familiar es un incentivo a la melancolía residual que se puede convertir en una revisión estética. De la biografía propia o de la tendencia de clase social, quizás con el hilo conductor de la moda incierta que nos muestra la variación ostensible del vestuario conforme se pasan las páginas y nos explica mejor la transformación de la situación socio-política, que la mayoría de tratados de los memorialistas interesados.

Hoy, la fotografía no representa a la sociedad, sino que la sustituye. No puede existir la fotografía generacional porque hay millones de fotografías que van atravesando el éter, vía WiFi y se plasman en muros invisibles. Se ha extendido el uso de fotografía instantáneas de usar y colocar en las redes, que ya no tenemos perfil académico sino fotografías etiquetadas en Facebook. No hace tanto que por estas fechas se producían esas terribles sesiones de los amigos que te invitaban a una merienda-cena para soltarte las diapositivas de su viaje al Adriático. Y lo peor es que las comentaban y las historiaban. Mirando hacia atrás parece una costumbre del diecinueve.

Hoy te llegan por todos los conductos cientos de fotografías. Una reunión de trabajo, de amigos, una fiesta es un sometimiento a sesiones interminables de fotos. Todos queremos tener en nuestro aparato la constancia de la reunión. Es un abuso de confianza. Por esos los fotógrafos profesionales deben buscar extravagancias para poder exponer, para encontrar un hueco en este marasmo icónico. En un reportaje televisivo nos hablan de uno que ha conseguido hacer fotos en Nueva York de personas por las calles y parques con camisetas numeradas del uno al cien. ¿Un héroe, un marciano, un idiota con cámara digital? Lo mejor de todo es que tiene trascendencia mediática, cobertura institucional para exhibir esta absurda manera de contar lo casual del vestuario actual, tan impropio e impersonal a partir de miles de fotografías robadas. A ciudadanos despistados.

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