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Maite Soroa | msoroa@gara.net

Instrucciones a EEUU

El supuesto ataque con armas químicas del Gobierno de Basar el Asad es la línea roja que, según la prensa de extremo centro, una vez atravesada exige la intervención militar de la comunidad internacional en aquel país. No hace mucho resultó que el ataque químico denunciado por la oposición de aquel país en realidad no lo había llevado a cabo el Gobierno sirio, sino, en todo caso, los rebeldes, según apuntó la propia ONU. Pero entonces el facherío no sintió el mismo ardor guerrero. Servidora tiene la misma simpatía por El Asad que por un banco, pero la intervención exterior sería lo peor que le podría ocurrir al país árabe. Y no faltan ejemplos recientes.

«La Razón» decía en un punto editorial que si se demuestra «que el Gobierno sirio ha utilizado armas químicas contra la población civil, lo que debe ser determinado por los inspectores de Naciones Unidas, se vuelve inevitable una intervención militar occidental que impida al dictador Asad repetir una acción criminal de tal índole. Pero, al mismo tiempo, es preciso tener un plan de acción política que garantice el futuro en paz y en libertad de la población de Siria, y no un simple cambio de tiranía, en este caso en favor de los grupos extremistas islámicos y sus patrocinadores». Eso, a ver si pasa como en Egipto y ganan los musulmanes. La verdadera democracia es la que diga Occidente. Se trata de garantizar «el futuro en paz de la población», como en Irak o Afganistán.

«Abc» titulaba en portada «Siria amenaza con `incendiar' Oriente próximo», y editorializaba afirmando que «la comunidad internacional no puede permanecer quieta más tiempo ante lo que ocurre en Damasco», bastante más comedido que el impaciente editorial de «El Mundo». Este, dejando fuera de toda duda la necesidad de que EEUU «intervenga militarmente en Siria, `incluso sin mandato de la ONU'», se dedicaba a dar instrucciones a Obama. Descartaba la ofensiva terrestre y decía que tiene tres alternativas: «La primera es un ataque con misiles de crucero; la segunda es establecer una zona de exclusión aérea; y la tercera, armar a los rebeldes con material pesado. La última opción conlleva demasiados riesgos, pues el armamento podría caer en manos indeseables como yihadistas o miembros de Al Qaeda. La exclusión aérea no sería suficiente castigo. Queda pues una operación no inminente y muy selectiva con misiles crucero». Falta una cuarta alternativa, y es nombrar a Pedro J. comandante en jefe de la operación.

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