El interior poco iluminado y resonante, cubierto de andamiaje de la capilla de San Telmo resultó ser casi una reinterpretación externa de la primera obra que presentó el Sigma Project, “Tenebrae” de Jesús Torres, un oscuro paisaje sonoro de cuyas tinieblas surgían espontáneamente evocaciones de músicas sacras renacentistas.

Bellísima obra, en brutal contraste temático con la creación del navarro Juan José Eslava que llegó a continuación, «L'oeil», otro intrincado juego de resonancias en el que las connotaciones son, esta vez, sexuales, y que finaliza con la poderosa imagen de dos saxofones enlazados físicamente. Los andamios colocados con motivo de la restauración de los frescos de la capilla permitieron a los cuatro saxofonistas del Sigma Project encaramarse a las alturas para liberar la consciencia del oyente con los paréntesis temporales de «Four5» de John Cage, con el que el tiempo pareció, efectivamente, detenerse. Se reanudó la marcha con el extraordinario ejercicio de delicadeza que es «Yun» de María Eugénia Luc, en el que el sonido parecía siempre a punto de quebrarse en su propia respiración interna.

Mágica, aunque algo rígida en la versión del Sigma, que sí se mostró en todo su esplendor con «Masih», obra de estreno del mexicano Torres-Maldonado, y con la enérgica «Aikan» de Félix Ibarrondo, que tantas veces han defendido ya por medio mundo. El compositor oñatiarra estuvo presente y a él estuvo dedicado este atractivo recital del Sigma, ubicado en un espacio escénico distinto y sugerente, que logró agotar las localidades.