Tanto como los premios acumulados por «The Act of Killing», han influido a favor de este documental distinto a todos los elogios del maestro Werner Herzog, que lo considera lo más original que se ha hecho dentro del género en los últimos años.

A la hora de denunciar el genocidio de 1965 en Indonesia, la pareja de realizadores formada por Joshua Oppenheimer y Christine Cynn se ha apartado de la narrativa convencional por completo, creando un experimento novedoso para introducirse en la mente del asesino e ir directamente al origen del Mal.

La representación de los crímenes de Estado que proponen Oppenheimer y Cynn consiste en dejar que los asesinos actúen ante las cámaras y se delaten a sí mismos. Les convencen para que recreen sus torturas y ejecuciones, haciendo su propia película de los hechos. Ellos, orgullosos de su estatus histórico de vencedores, se prestan a una mascarada que se convierte en un surrealista cuadro de los horrores.

El octogenario Anwars Congo revive la época en que de ser un don nadie pasó a comandar los Escuadrones de la Muerte, eliminando a cualquiera bajo la acusación de comunista. Los métodos que utilizaba para sus atrocidades se inspiraba en las películas de gángsters, siendo su ídolo Al Pacino. Ahora se siente como el famoso actor, aunque también habrá de escenificar el dolor de las víctimas.