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Fede de los Ríos

La vuelta al tam tam

 

Un sonido apenas imperceptible, un príííí, prííííí... vibratorio, requiere toda la aten- ción de mi interlocutor, levanta un poco la palma de su mano hacia mí y comienza a teclear en el móvil. Yo, fatuo de mí, creía que mi conversación le interesaba. Así que enmudezco. Tras un breve espacio de tiempo me mira «¿Me decías...?» Y contesto a la navarra «como te gusta el arroz con leche, por debajo la puerta te meto un ladrillo. Y en el culo te planto un maíz».

Jóvenes parejas a quienes el tedio de la monotonía aún no debiera de haber atacado arruinando su comunicación, sin embar- go, haciendo caso omiso a la presencia de su amado, miran hacia sus manos cuyos dedos pulgares, de manera compulsiva, no paran de golpear las teclas del gran invento llamado móvil. Pueden estar decenas de minutos uno frente al otro sin mirarse, sin levantar la vista enviando mensajes a un tercero. Cuando estén físicamente al lado de ese otro, no le harán ni puto caso y estarán mensajeándose sin fin con su amado o amada a quien anteriormente cuando estaban uno frente a otro no apreciaban su presencia. La comunicación huma- na ha sido totalmente mediatizada por el invento de marras. No faltaba más que el WhatsApp gratis para que el autismo para con el entorno se extendiera como una plaga bíblica.

Y todo ello gracias a lo que llaman smartphones (teléfonos inteligentes). Una forma de compensar la imbecilidad del usuario. Miren a su alrededor, siempre verán no a uno sino a varios individuos absortos admirando la inteligencia de su móvil. Hasta en la playa. Ya han aparecido los smartphones sumergibles. Todo un adelanto para la parte de la humanidad anfibia.

Millones de personas escribiendo a todas horas, solas o en compañía y en los lugares más insospechados podría llevar a suponer un aumento general en el arte de la escritura y una mejora considerable de la comunicación que propiciara un mayor bienestar social. No queridos, los teléfonos inteligentes y su lenguaje sms están diseñados para favorecer la pérdida paulatina de un lenguaje inteligible.

«Qndo n v wpa?» (¿Cuando nos vemos guapa?) guasapea Igor.

«Toy en ksa. Ymme mñn» (Estoy en casa. Llámame mañana), responde Nekane.

No solamente se está quebrando la necesaria separación entre lo oral y lo escrito, pues lo que hizo propiamente humanos a aquellos homínidos que habitaban la sabana africana fue la utilización de símbolos en vez de los berridos. No es simplemente que empecemos a escribir como hablamos, perdiendo los matices y abreviando el periodo de reflexión mayor que antecede al lenguaje escrito frente al oral. Es que empobrecemos la comunicación y el placer que conlleva hasta extremos insospechados. Es una especie de regresión infantil al caca, culo, pedo, pis a toda velocidad.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras ¿Para qué vale? Hora tras hora frente al televisor, ese emisor de imágenes por excelencia y una gran parte de la población mundial está prácticamente lobotomizada.

¿No veis la riqueza en el lenguaje de vuestros hijos después de pasar horas degustando imagen tras imagen de la videoconsola?

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