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CRíTICA: «Mud»

Jeff Nichols se consagra invocando a Mark Twain

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Mikel INSAUSTI

Las cosas son como son, pero no puedo dejar de preguntarme qué habría pasado con la carrera de Jeff Nichols de haber sido «Mud» su ópera prima. Era la película que llevaba dentro desde el principio, por haber nacido y crecido en Arkansas, cerca del río Mississippi, y leyendo a Mark Twain. Sin embargo, al no encontrar financiación en su día para un proyecto tan exigente, tuvo que hacer antes las cintas independientes «Shotgun Stories» y la aclamada «Take Shelter», que le han abierto de par en par las puertas de la industria, el interés de los festivales y el reconocimiento de la crítica. Un rodaje previo que le ha venido muy bien para pasar a engrosar con su tercer largometraje la lista de los grandes narradores del cine americano.

«Mud» es un clásico instantáneo, y al salir del cine uno tiene la misma sensación que después de haber visto «Cuenta conmigo», «Badlands» o «La noche del cazador». Cito estos tres títulos concretos, y no otros posibles, para no perderme en las aguas revueltas de un mar referencial. Creo que son los que mejor conectan con el profundo sentido de historia iniciática que tiene la película, basada en la relación entre un menor y un adulto. Ellis (Tye Sheridan) y Mud (Matthew McConaughey) se identifican el uno con el otro: el chico porque ve en el fugitivo al hombre libre que le gustaría llegar a ser, y éste, a su vez, porque el adolescente le recuerda su infancia aventurera a orillas del río Mississippi.

Sus confluyentes trayectorias dan lugar a un cruce de caminos, eso que en términos cinematográficos supone el punto de fusión entre la aventura inocente y la acción violenta. El relato empieza con el sueño infantil del barco que ha dejado las inundaciones sobre un árbol, y que puede servir al protagonista y su amigo Neck de casa de juegos. La situación va poniéndose seria cuando entra en escena el viejo vaquero solitario encarnado por Sam Shepard, que sirve para introducir el estilo de un western del maestro Peckinpah, resucitado en la memorable escena del tiroteo. Y de ahí directos al final, que es maravilloso en su manera de abrir el horizonte marino del Delta mientras suena la canción de los Beach Boys «Help Me Rhonda».

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