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Jon Odriozola Periodista

Egipto

La disyuntiva no era entre una democracia y un golpe de estado, sino entre un golpe de estado y la guerra civil a la que conducía la Hermandad

Respecto del melting pot que es Egipto, ni siquiera el apotegma leninista que aconseja el análisis concreto de la situación concreta, base de la ciencia marxista, apenas arroja luz en este avispero.

De todos modos, ya me apresuro a decir que los Hermanos Musulmanes (HM) no son, para mí al menos, precisamente elementos peligrosamente revolucionarios sino, al contrario, ferozmente contrarrevolucionarios. Y ello históricamente y desde su nacimiento en 1928, siendo utilizados por el colonialismo británico lo mismo contra el nacionalismo laico árabe de Nasser que contra el comunismo.

La llamada «primavera árabe» que derribó a Mubarak a finales de 2011 no fue una revolución. A lo más, una mutación. Si no, los HM habrían conspirado contra ella como hicieron contra Nasser cuando derrocó -junto a otros jóvenes oficiales- al monarca Faruk en 1952. Ni siquiera estuvieron en la Plaza Tahrir. Sin embargo, el golpe de estado de al-Sissi contra Morsi no le convierte al primero en contrarrevolucionario ni al segundo, qué sarcasmo, en «revolucionario». Ni al revés: melting pot, una bahorrina.

No se dice que el Ejército egipcio es de conscripción, o sea, «popular» en cierto modo, incluso bajo Franco, y no mercenario y/o profesional como el actual español o, por ejemplo, el de Arabia Saudí y no, otro ejemplo, el de Siria. La cosa cambia mucho.

En Egipto siempre ha mandado un partido militar organizado. Y aquí vienen los inevitables paralelismos que suscita la siniestra palabra «militar». Tal pareciera -así se pinta desde cierta «izquierda», también en este medio- que los HM son una especie de sufridos subversivos -represaliados, sí, pero no se dice nada de las escabechinas que han protagonizado estos fanáticos- enfrentados a los milicos fascistas egipcios. Esto es tan falso como la «legitimidad» de la pírrica victoria electoral de 2012 con una abstención de casi el 70%. Una cofradía que viene a ser, en palabras de Thierry Meissan, una especie de democracia cristiana como la italiana en la posguerra, es decir, un invento sufragado por los imperialistas para frenar los furores revolucionarios a la sazón o hic et nunc. Lo dice bien Iñaki Urrestarazu en estas páginas: «los HM representan a sectores de la burguesía, están íntimamente ligados al orden capitalista, a la propiedad privada, al capital internacional. Son enemigos de las huelgas y son homologables a las derechas europeas más reaccionarias».

El ejército egipcio dio un golpe de estado y no lo dio. Morsi, que tiene la nacionalidad norteamericana, por cierto, quiso imponer la sharia. El pueblo egipcio, con o sin elecciones, se manifestó masivamente en contra de las medidas de Morsi, económicas y políticas (privatizar el Canal de Suez, llamar contra Siria, etc.). Es entonces que el Ejército da el golpe. Y no antes. No vale decir que en España no hay democracia y en Egipto sí y la interrumpieron los militares. Es mentira. La disyuntiva no era entre una democracia y un golpe de estado, sino entre un golpe de estado y la guerra civil a la que conducía la Hermandad.

La cuestión es saber quién tiene la última palabra en este juego a tantas bandas donde el imperialismo yanqui pone huevos en varias cestas.

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