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Raimundo Fitero

Falso

 

Cuando esa mujer se quita la peineta y se pone delante de las cámaras encima de un atril con un fondo azulado con gaviotas silueteadas y suelta con rotundidad ensayada: «falso; todo es falso; todo», hay que interpretarla. Porque es falsa su comparecencia, su actitud, su discurso, por lo tanto no miente desde la falsedad. Cospedal es un icono de la basura política, del traje-chaqueta ajustado que ajusta una mente reaccionaria y mentirosa que debe reaccionar ante los hechos, con proclamas fugaces que solamente provocan risa en diferido. Un falso, en la boca de una falsa es una autentificación de lo negado, la asunción de la certificación de verdadero. Dos negaciones se convierten en una afirmación. En esas estamos.

El comienzo de curso llega con todos los tópicos y todos los asuntos de la teletienda política abiertos. La consigna del jefe de la banda de hacer creer a la ciudadanía que no pasa nada, no cuela. Pueden decir misa, que la dicen, avisar con cara de pánfilo sobre supuestas y venideras bajadas de impuestos, de datos buenos del paro, pero nadie los cree. Es su designio. Ellos están más interesados en salvar su culo que en gobernar. Y cuando gobiernan lo hacen al dictado de los bancos, la iglesia o sus abogados. O el abogado de su tesorero ejemplar, que en el programa «Objetivo» de Ana Pastor dejó caer algunos de los contenidos de los discos duros sacrificados por el PP para ocultar sus chanchullos. No puede existir más declaración de culpa que esa acción de limpiar las huellas en unos ordenadores. Y la destrucción de pruebas es delito. Creo que hasta para los de Génova.

El estado español está a punto del colapso. De nuevo aparece el suegro de Urdangarin en las portadas, porque Hacienda, no un periodista díscolo, afirma que traspasó millones de euros a las cuentas de su yerno e hija. ¿Las comisiones pagadas y transferidas porcentualmente? ¿Regalos para comprarles zapatos a sus nietos? No hay escapatoria para tanta contaminación nuclear. Está todo como en la central de Fukushima, donde las aguas radiactivas que no pueden regenerarse están a punto de verterse al mar. No pasa nada. Pero pasa mucho y pasa sin parar. La tele es un pasar.