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CRíTICA: «Dolor y dinero»

Un plan con mucho músculo y sin ningún cerebro

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Mikel INSAUSTI

Los seguidores de Michael Bay dirán que «Dolor y dinero» es su mejor película, y los que no lo somos estaremos más cerca de afirmar que es la menos mala. Se quiera ver la botella medio llena o medio vacía, nos hallamos ante una anomalía industrial que sirve para demostrar que en Hollywood es más fácil hacer buen cine con poco dinero. Cuando mueve la pesada maquinaria de la franquicia «Transformers», Bay gasta de media 200 millones de dólares por película en aras de una espectacularidad que acaba siendo cargante. En cambio, sus comienzos en la comedia de acción con «Bad Boys», de la que ya prepara una tercera entrega, fueron más ligeros.

A ellos vuelve antes con «Pain & Gain», que le ha costado la décima parte de una de sus megaproducciones. Tanto él, como las estrellas del reparto van a porcentaje de la recaudación en taquilla, sin que nadie haya cobrado un sueldo. Sólo en los Estados Unidos ya ha obtenido más del doble de la inversión inicial, con lo que todos salen ganando.

Quienes acaban perdiendo son los personajes de la película, que están sacados de la realidad. La risible trama argumental se ajsuta a los hechos, por más que parezca totalmente disparatada y demencial. Se les puede identificar con los tipos hipermusculados de los realities televisivos que han puesto de moda el culto a los cuerpos de gimnasio inflados con esteroides, pesas y dietas de hidratos. Sin quererlo se convierten en la caricatura de una sociedad en la que el uso de la fuerza prima sobre el de la inteligencia.

El trío estelar anda sobrado de biceps, triceps, pectorales y abdominales; pero para organizar y ejecutar un plan criminal hace falta un cerebro privilegiado, con el que ninguno de los tres cuenta. A falta de una mente preclara es el Daniel Lugo de Miami encarnado por Mark Whalberg el que toma el liderazgo, emulando al Tony Montana del «Scarface» de Brian de Palma, tras asisitir a un curso de motivación profesional impartido por un paródico Ken Jeong que se burla de los gurús de la autoayuda. La mofa se extiende, como no, al sueño americano en su totalidad, que promete paraísos fiscales imposibles de alcanzar mediante un trabajo de sol a sol.

 

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