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CRíTICA: «Cruce de caminos»

Una gran tragedia de la familia americana en tres actos

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Mikel INSAUSTI

Hoy en día los grandes narradores del cine americano están surgiendo de la independencia. No es ninguna casualidad que Derek Cianfrance, al igual que Jeff Nichols con «Mud», logre hacerse un sitio entre los clásicos cuando va por su tercer largometraje. A la tercera ha conseguido depurar su estilo, en constante experimentación con la estructura temporal. Nunca cuenta historias lineales o en un orden cronológico riguroso, prefiriendo los saltos y las rupturas. Para hablar de la vida con una visión de conjunto necesita moverse en distintos planos de la realidad de las personas, hasta descubrir lo que las une o las distancia.

En su ópera prima «Brother Tied» exploraba la relaciones entre hermanos, sobre la idea de que una misma educación bajo un techo compartido no hace iguales a los individuos, habida cuenta de que surgen las fracturas a través del tiempo y esa convivencia nunca es uniforme. En su segundo largometraje «Blue Valentine» intentaba abarcar el día a día de una pareja, alternando los distintos periodos de amor-odio que dificultan la estabilidad y la duración del compromiso. Y en la hasta ahora su última película, «Cruce de caminos», retrata el desmembramiento familiar, en lo que podría ser la representación de la gran tragedia de tan desestructurada institución en los Estados Unidos.

El tratamiento no puede ser más original, en cuanto que divide el relato en tres episodios distintos y unidos entre sí, pero cuyos respectivos protagonistas se van pasando el testigo. El relevo lo marca un simple fundido a negro, que deja la sensación algo nostálgica del personaje que desaparece. Al comenzar el acto central se echa de menos al Ryan Gosling de la apertura, donde cambia el coche de «Drive» por una moto de espectáculo de barraca de ferias con aires del Marlon Brando de «Salvaje». Quien le reemplaza en el rol estelar es Bradley Cooper en un muy sorprendente registro dramático, como el policía causante de su muerte. Cooper sigue presente en el tercer y último acto, pero el protagonismo y la consiguiente rivalidad pasa a los hijos adolescentes de uno y otro, interpretados por Dane DeHaan y Emory Cohen.

 

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