Francia 80

Lituania 66

No es que nadie diese un duro por Lituania, pero lo cierto es que la selección francesa se llevó la primera medalla de oro de su historia en los campeonatos de Europa masculinos de baloncesto, y ello no sorprendió a nadie. La selección bleu barrió de la cancha a su rival en el segundo cuarto, endosándole un parcial de 31-12 a una pobre Lituania que se encontró sin paraguas en medio del diluvio.

La última jugada del segundo cuarto ilustra lo que fue la final para ambos combinados. A falta de nueve décimas y con 47-34 en el marcador, Maciulis sacaba de banda desde medio campo y perdió el balón al no entenderse con Kleiza. Como el pase de Maciulis salió fuera sin que lo tocara nadie, Francia dispuso de esas nueve décimas, sacando la bola donde lo había hecho el lituano. Para sorpresa de todos, un Antoine Diot muy mejorado en el tiro -antaño era su punto débil- clavaba a tiempo un triple desde casi diez metros que dejaba la final sentenciada.

Y eso que el primer cuarto invitó a la emoción. Parker no estaba tan inspirado como en la semifinal, pero se cumplió la ley de los vasos comunicantes, de modo que Batum, que jugó una semifinal horrible, se dedicó a encestar todo lo que Parker no metía. Y aun así, al final de los diez primeros minutos el marcador era de 19-22 para Lituania. Kazlauskas volvió a apostar por los veteranos, y estos no le fallaban, especialmente un Kleiza que lograba 11 puntos sin errar un tiro, bien acompañado por Kalnietis.

Pero tanto uno como otro debieron tomar aire en el segundo cuarto, y ese momento fue el fin para Lituania. En un visto y no visto, Francia pasaba de perder por 29-31, con buenos minutos de De Colo, Petro o Pietrus, a escaparse en el luminoso, fruto de la explosión anotadora de Batum -17 tantos al final- y un apagón total de su adversario, que perdía balones, perdía el acierto, y además era incapaz de azar un rebote ofensivo. Lo cierto es que la falta de confianza de Kuzminskas, Pocius o Seibutis, y las carencias en el tiro de los pívots Javtokas o Valanciunas penalizó a Lituania: los galos les concedían espacio y colapsaban por completo su zona.

La selección francesa iba lanzada, mientras que Lituania se apagaba junto con los ánimos de su hinchada, que además se desesperaba con la desgraciada jugada del final del segundo período. Aún quedaba medio partido por jugarse, pero en realidad la final había terminado.

Diaw se pone las botas

Pero todavía quedaban 20 minutos y jugadores como Mantas Kalnietis no suelen rendirse. Pero el base lituano se quedó sin compañeros que le echaran una mano, y además, Boris Diaw se encargó de rematar la final.

El «base pívot» de los Spurs, habitualmente centrado en la creación de juego, tomó la responsabilidad anotadora en el tercer cuarto. Batum se quedó sin munición y Parker delegaba en sus subalternos, así que Diaw se dio el gustazo de ponerle la puntilla a la final.

Con el pescado vendido, Parker se puso a anotar y Kleiza hizo la quinta falta. El combinado bleu dio entrada al fondo de su armario, entre ellos el baskonista Heurtel -aprovechando que Diot se lesionó el tobillo-, mientras que Lituania maquillaba algo el resultado: la diferencia ya no era escandalosa, tres tiros libres de Pocius sumaban la aportación anotadora del banquillo báltico y Valanciunas agarraba los dos únicos rebotes de ataque de su selección. Poca protección ante el diluvio francés.