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«Mon âme par toi guérie»: Cómo ayudar a los demás cuando la necesidad está en nosotros mismos

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A. ARRUTI | DONOSTIA

Un don, en este caso el de curar cuerpos y ver las mentes de las personas, puede llegar sin que a uno se le pregunte si lo quiere o no. Es lo que le pasa al protagonista de «Mon âme par toi guérie» (Mi alma por ti curada), dirigida y escrita por el francés François Dupeyron, que ayer presentó en la sección oficial a concurso. El actor Grégory Gadebois, conocido en el Estado francés por su trabajo sobre todo en el teatro y en la televisión, interpreta a Frédi, un hombre divorciado y con una hija que rechaza el don heredado de su madre, recientemente fallecida.

Pero tras un grave accidente, en el que conduciendo ebrio atropella a un niño que quedará en estado de coma, Frédi comenzará poco a poco a ejercer como curandero.

Es la tercera vez que Dupeyron visita Donostia y en 1999 se hizo con la Concha de Oro con «C'est quoi la vie?». «Uno se siente muy frágil en Zinemaldia -confesó ayer-, porque el público, si le gusta la película, se queda, y si no, se va. Es la marca de este festival».

En «Mon âme par toi guérie», los personajes principales viven en caravanas y la cerveza se hace omnipresente en todas las escenas. Por la vida de Frédi pasarán, sin llegar a quedarse, varias mujeres, con las que intentará descubrir lo que es amar a una persona. La inestabilidad emocional es la característica común que agrupa a la mayoría de los personajes de la película, además de los problemas con el alcohol o la falta de dinero.

Dupeyron detalló que tenía la idea de un hombre con un don pero que «esa semilla tenía que germinar». Primero escribió una novela, luego llegó el guión y después los actores «han dado vida a la semilla». Gadebois subrayó el trabajo de guión, «todo estaba en el texto. Yo no hice más que seguirlo como si fuera una partitura».

Sol y música en primer plano

Dupeyron juega mucho con la luz del sol, dejando que se cuele en la cámara, y con la música -la canción que canta la alemana Nina Hagen se repite varias veces y toma todo el protagonismo en varias ocasiones-. «La música es bastante inesperada, piensas en lo que vendrá, después Nina empieza a gritar, crea una sensación extraña y luego corto bruscamente. Es un modo de crear un silencio y preparar el ambiente para que la gente escuche lo que viene a continuación. Sirve como prolongación o como ruptura de emociones», señaló el director.

«Con el sol pasa lo mismo. Con esa sobreexposición, vemos mejor lo que venía antes y lo que viene después. Dejar entrar al sol en la cámara representa una forma de ser más veraz, aporta vida a los planos», dijo.

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