CRíTICA: «Cruce de caminos»
Una mujer de Las Landas víctima de la vida provinciana
Mikel INSAUSTI
Se nos fue Claude Miller y nos deja esta obra póstuma basada en la novela de François Mauriac, que ya fue llevada a la pantalla por Georges Franju en 1962. El colaborador de Truffaut, en nombre de quien concluyó su película inacabada «La pequeña ladrona», se decanta por una adaptación más lineal y fiel a la ambientación original de los años 20. Es como si no quisiera alterar con saltos en el tiempo el transcurrir de una vida monótona, reflejada mediante un existencialismo intimista y muy riguroso, fruto de una observación externa del personaje aquí interpretado por Audrey Tautou.
Thérèse Larroque (de soltera) y Thérèse Desqueyroux (de casada) está atrapada dentro de un matrimonio de conveniencia, destinado a que la unión de ambas familias dé lugar a la mayor posesión latifundista de pinares en Las Landas. Ella no siente nada por su futuro marido, más entregado a la caza. De hecho, su relación personal es mayor con la cuñada, a la que conoce desde niña, y a favor de la cual intervendrá cuando se enamore de un judío portugués al que los Desqueyroux rechazan.
Fuera de ese enredo circunstancial, no ocurre nada argumentalmente reseñable en «Thérèse D.», por tratarse del retrato al natural de una mujer ahogada dentro de la sociedad burguesa provinciana. La música de Schubert y Rossini la acompañan en la monotonía de su encierro, cuando ella interiormente sueña con la modernidad parisina representada por la llegada del jazz. La protagonista no sabe cómo escapar a un destino que la vuelve insensible, cometiendo la torpeza de un modo más bien mecánico y por pura inercia de intentar librarse de su marido mediante el envenenamiento. Al menos, el acto meramente reflejo servirá para llamar la atención de aquel hombre, quien por primera vez tomará consciencia del estado de frustración de su esposa. De ahí a la definitiva emancipación como mujer sólo mediará un paso, una vez comprobado que su estilo feminista de fumadora que viste a lo Cocó Chanel demanda un ambiente más liberado. Atrás quedará el papel de madre de familia que jamás supo ni quiso asumir.