blog(eroa) | 61 DONOSTIA ZINEMALDIA
Héroes verdaderos
Un día más, Nuev@s Director@s se descubre como la pieza que mejor funciona en este Zinemaldia. Con «El Rayo», calurosamente ovacionada en su presentación oficial, descubrimos a Fran Araujo y a Ernesto de Nova, seguramente los aventureros más osados y descarados del cine estatal.
Víctor Esquirol | Crítico de cine
Cuando el viejo Alvin decidió cruzar medio país (y no era su país precisamente pequeño) montado sobre un pequeño cortacésped, la gente del pueblo empezó, obviamente, a mirarle raro. Las teorías más perversas concerniendo el estado de salud (mental, se entiende) del anciano empezaron a extenderse y a retroalimentarse. Pero los chismorreos poco o nada importaban a Alvin. El viaje de su vida (por la aventura que implicaba; por la imperiosa necesidad de llegar al final) aguardaba, y nada ni mucho menos nadie se interpondría en su camino.
Era «una historia verdadera», decían. Lo es también, seguro (o esto nos han dicho), la de Hassan, un inmigrante marroquí que después de estar viviendo trece años en el Estado español, llegó a la conclusión de que ahí (o sea, aquí) ya no tenía nada que hacer. Al fin y al cabo, el hogar ha dejado de ser aquel sitio en el que nacimos, sino aquel donde podemos ganarnos la vida. Tan meridiano que hasta asusta. Más allá de la maldita crisis; más allá también de cualquier nacionalidad, el trabajador/explotado del campo se da cuenta de que el hambre ya no conoce fronteras, de modo que se dispone a pulverizarlas. Y así empieza «El Rayo», último diamante en bruto de Nuev@s Director@s, la que sin duda es la sección «ahoga-penas» de esta edición de Zinemaldia.
Si se pudo domar el asfalto con un cortacésped, ¿por qué no podría hacerse lo propio con, por ejemplo, un tractor? Aceptamos el desafío. Fran Araujo y Ernesto de Nova ponen a prueba su suerte y reconstruyen el periplo de este héroe verdadero, que, para rizar más el rizo, se interpreta a sí mismo. De nuevo, la barrera entre ficción y... lo contrario (?) estalla. La metralla llega -o esto pretende- hasta Algeciras. El resultado es, a simple vista, una magnética road movie dedicada a seres marginales que se conocen, se ayudan y se enriquecen mutuamente en un país que, mientras se invierte el signo de su balanza migratoria, cada vez se ve más reflejado en las naciones que, hasta no hace tanto tiempo, le desbordaban a base de carnaza humana. Uf.
La conclusión es ciertamente demoledora, y siempre está ahí, hiriendo, desde que el «rocinantesco» tractor arranca por primera vez, hasta que llega (quién sabe...) a su destino. No obstante, Araujo y de Nova consiguen lo imposible: que la alegoría no enturbie la pureza de la narración. Hay muchas lecturas implícitas, sí, pero nunca se apelotonan. Prevalece, por encima de todo, un maravilloso sentido de la naturalidad que, al mismo tiempo, atestigua que estamos ante un glorioso caso de cine de guerrilla. Al igual que Hassan, y haciendo gala de un exquisito ADN de documentalista (en el que rige, como no podía ser de otra forma, la paciencia y la técnica), los dos directores de «El rayo» han luchado, sudado, trampeado y, sí, engañado, para conseguir cada escena; cada giro de guión, más o menos improvisado (como en la vida real). Detrás de cada fotograma se esconde una lucha titánica contra los elementos... y afortunadamente, a veces esta normalmente desagradecida profesión es justa: el film es apasionante tanto en la pantalla como -faltaría más- en su confección. ¿Una de las mejores cintas españolas de la temporada? Sin rodeos: sí. Tan pequeña como encantadora, divertida, entrañable, hermosa, auténtica y, por favor (¡por favor!) reivindicable.