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Berlusconi: al no poder ganar, decide no perder

Tras acusar al primer ministro, Enrico Letta, de permitir su «asesinato político» vía proceso judicial, jurar que lo tumbaría, sacar a sus ministros del Gobierno y comprobar que sus parlamentarios amagaban con una rebelión, Berlusconi ha reculado y, finalmente, ha apoyado la moción de confianza de Letta. Acudió al Senado y, tras comprobar que no podía ganar, sencillamente decidió no perder. Berlusconi creía que podía torpedear al Gobierno, lo dejó tocado, provocó un caos político del que tomaron buena nota las bolsas y la prima de riesgo, expandió el miedo por Europa, que temió el colapso de toda su estrategia para salir de la crisis, pero no ha conseguido hundirlo.

¿Cómo emerge Berlusconi de todo esto? Con un motín en sus filas, obligado a dar un volantazo en su intento de destruir a Letta y limitando su jugada a un intento de controlar los daños, de no perder la capacidad de condicionar el funcionamiento de la política italiana. Puede decirse que sale debilitado, con su credibilidad más minada. Ha sido una derrota de la que pretende hacer virtud, presentándose como un hábil político. Pero su apuesta era fuerte, anunció un entierro político y, como conclusión, sus promesas, sus palabras han cobrado una importancia muy relativa. Nadie puede enterrar todavía a Berlusconi, pero en política, una vez perdida la credibilidad, es muy difícil recuperarla.

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