La guerra siria también golpea a los afganos
Llegaron desde Afganistán hace 30 años y hoy se han convertido en víctimas colaterales de la violencia entre grupos afines a Al Qaeda y los kurdos de Siria. Parece que la guerra persiga a la que es una de las comunidades más singulares de Turquía.
Karlos ZURUTUZA
La gente corre a su casa al anochecer, justo cuando la intensidad de los combates aumenta. A Sha Mehmed todo le resulta dolorosamente familiar. Tenía 11 años cuando abandonó su aldea afgana natal para instalarse en esta pequeña ciudad kurda de frontera. «Estamos asustados, han caído tres bombas muy cerca de aquí», confiesa este hombre de 42 años natural de Baglan-a 200 kilómetros de Kabul-, pero residente en Ceylanpinar desde 1982. Hablamos de una pequeña ciudad fronteriza 800 kilómetros al sureste de Ankara que, a día de hoy, es la localidad en suelo turco más castigada por la guerra en Siria.
En realidad, «Ceylanpinar» no es más que el nombre turco para la parte norte de la localidad kurda de Serekaniye; el lado sirio, al sur, se llama Ras al Ayn. Salvando las distancias, es la versión «mesopotámica» del Berlín dividido; aquí el muro es sustituido por una vía de tren flanqueada por alambradas a ambos lados, a lo largo de una rectilínea frontera colonial.
«Yo no tenía más que tres años cuando llegué por lo que apenas conservo recuerdos de Afganistán», explica Yadigar Arzupinar. Sea como fuere, este hombre de 34 años conoce perfectamente las razones tras la existencia de su inesperada comunidad de cerca de 2.000 individuos en Ceylanpinar.
«En 1982, Kenan Evren -general golpista y expresidente de Turquía- visitó Afganistán en un viaje oficial. A su vuelta decidió construir 300 casas para nuestras familias y hemos vivido aquí desde entonces», explica este artesano del cuero, matizando que la falta de oportunidades y, sobre todo, la guerra a pocos metros de aquí ha obligado a varios de sus vecinos a emigrar a Estambul y a Antalya, meca del turismo de playa turco, a 500 kilómetros al suroeste de Ankara.
Es imposible saber si aquellos que se fueron añorarán estos barracones grises y distribuidos entre calles sin asfaltar, justo a la entrada norte de Ceylanpinar.
«¡Que dios maldiga a aquellos que hacen la guerra!», exclama Gulshan, una anciana de 75 años natural de Kunduz, a 230 kilómetros al norte de Kabul. «Dígame, ¿es cierto que Turquía está apoyando a Al Qaeda al otro lado de la vía?», pregunta esta anciana de ojos rasgados, suscribiendo un rumor que circula con fuerza desde hace meses.
La respuesta en el bazar, las casas de té y los internet-cafe de Ceylanpinar es un clamor contra la cobertura de Ankara a grupos afines a Al Qaeda para luchar contra los kurdos. Sin embargo, las versiones no pueden ser más opuestas en los despachos oficiales.
Ismail Arslan, alcalde de Ceylanpinar por el BDP -la coalición dominante entre los kurdos de Turquía- habla de «extremistas islámicos» continuamente atravesando la frontera para combatir, y de que los heridos son evacuados en ambulancias a hospitales turcos. Musa Çeri, gobernador del Distrito y miembro del AKP -partido en el poder en Turquía- habla de «falsos rumores» pero reconoce que Ankara no ve con buenos ojos que la principal minoría en Siria construya una región autónoma en su frontera, similar a la del norte de Irak. Desde el principio de las revueltas, los kurdos de Siria -entre tres y cuatro millones- han mantenido una posición neutral distanciándose tanto de Damasco como de la oposición pero enfrentándose a ambos por el control de las zonas donde son compactos, al norte del país.
De la frontera con Tayikistán
Tanto el alcalde como el gobernador coinciden en que los afganos locales son una comunidad tranquila y trabajadora, y que el resto de la población nunca ha tenido queja alguna de ella.
No resulta habitual pero algunos de ellos incluso se han casado con árabes y kurdos locales. Emirhan Celikale es prueba de ello. «Mi padre es afgano y mi madre kurda pero en casa hablamos el uzbeko», explica este veinteañero. Precisamente, la comunidad en su totalidad es de etnia uzbeka, tras pastunes y tayikos el tercer pueblo mayoritario en Afganistán. El origen común centroasiático de la lengua turca y la uzbeka hace que ambas sean mutuamente inteligibles, facilitando la integración de este colectivo en el país.
Como todos los de su generación aquí, Abdullah Önder luce una poblada barba blanca y turbante, en total sintonía con su shalwar kamiz, conjunto de camisa y pantalón holgados hegemónicos en su región de origen. De no ser por un enorme panel publicitario de Turkcell -una de las principales compañías de telefonía turcas-, podríamos pensar que se trata de una barriada más de Kabul.
Önder recuerda que tenía 27 años cuando llegó a Ceylanpinar, «recién casado»«Vivíamos justo en la frontera de Tayikistán, en una casa preciosa junto a un riachuelo», explica Önder desde el colmado que regenta: patatas y cebollas, chucherías y refrescos junto a una pila de calzado de segunda mano. «Abandonamos mi aldea para huir a Helmand -a 731 kilómetros al suroeste de Kabul-. De ahí cruzamos a Irán, donde vivimos un año y medio. Luego llegamos aquí».
Önder no tiene intención de volver a su tierra natal. «Moriré en Ceylanpinar», asegura. «¿Ha visto usted alguna mejora en Afganistán?». pregunta, justo antes de bajar la persiana de su tienda para el rezo al anochecer.
Kargua