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Robert Crumb, el padre del cómic underground estadounidense

La cuarta edición de la Semana Internacional de Literatura y Humor que se ha celebrado en Bilbo ha contado con la presencia del referencial Robert Crumb, quien fue galardonado con el premio BBK-La Risa de Bilbao 2013. Considerado como uno de los fundadores del cómic underground estadounidense, el veterano autor reflexionó sobre este extraño arte llamado cómic.

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Koldo LANDALUZE

El cómic underground estadounidense supuso una saludable forma de espeleología socio-cultural, una odisea de tinta y papel a través de la cual fue posible indagar en las entrañas, en las cloacas ocultas, de una sociedad estadounidense que despertaba de ese espejismo llamado «Sueño americano». El país perdía progresivamente su inocencia y un grupo de creadores apostó por dar forma y contenido a todo aquello que, no por ser evidente, era silenciado porque resultaba amoral.

En los frenéticos sesenta hizo acto de presencia un modelo creativo que, en palabras del experto Salvador Vázquez de Parga, fue prohibido en sus inicios y posteriormente perseguido en muchas ocasiones. «Los cómics underground -señala Vázquez de Parga-, gracias al aperturismo social que se estaba experimentando en las sociedades menos liberales, fueron después tolerados y más tarde bendecidos hasta utilizar canales de difusión similares a algunos de los que empleaban los cómics oficiales, diluyéndose finalmente entre las publicaciones de cómics en general».

Pero, antes de que todo ello aconteciera y para comprender un poco mejor la escenografía en la que irrumpió esta corriente subversiva que, poco a poco, fue domesticada, nada mejor que fijarnos en una declaración de principios que quedó grabada con rotulador en el servicio de un bar hoy olvidado: «América está enferma, Superman muere de cirrosis, a Batman le han tenido que colocar un marcapasos. Tarzán tiene almorranas, Dick Tracy está jubilado. ¿A dónde vamos a ir a parar?». Esta pregunta fue abanderada por una generación de artistas que incidió en el progresivo deterioro de una imagen que fue concebida para ser eterna: los Estados Unidos y su postal de los rascacielos, las señoras enguantadas, los caballeros trajeados, los anuncios de neón y las bombas de napalm. Estados Unidos se estaba pudriendo y esta podredumbre permitió la maravillosa y lúcida irrupción de los cómics underground.

Un gato irreverente

Buen ejemplo de todo ello, de esos cambios, fue la aparición de «El Gato Fritz»; la criatura imaginada por uno de los principales causantes de esta catarsis de tinta, papel y sarcasmo lisérgico, Robert Crumb.

«El Gato Fritz» nació como una especie de respuesta a esa pregunta -«¿a dónde íbamos a parar?»- y adquirió la estética de los animales antropomorfos que tanto apasionaban al viejo Walt Disney. Cuando Fritz nació, en 1965, JFK ya llevaba dos años muerto y un gran número de jóvenes eran enviados a la guerra de Vietnam. Además, Estados Unidos y la Unión Soviética mantenían una endiablada partida de ajedrez que fue denominada Guerra Fría.

De hecho, Fritz, llamado Fred antes de ser formalmente publicado, aparecería en una de sus aventuras como un agente especial de la CIA torturado por militares chinos. Por otra parte, la denominada Generación beat, en esencia integrada por escritores ansiosos de buscar nuevos horizontes creativos finalizada la segunda Guerra Mundial, criticó e influyó con fuerza en la sociedad de la época, lo que se cristalizó en el movimiento hippie con su mensaje de paz, amor libre y vuelos sin motor propiciados por el consumo de todo tipo de drogas.

Por esa misma razón, no resulta difícil toparse en las páginas de «El Gato Fritz» con litros de alcohol, gran cantidad de drogas, llamamientos más o menos velados a la anarquía y la rebelión, y todo tipo de iniciativas para practicar el sexo libre y sin ataduras. Todo esto condujo a Fritz a dos situaciones puntuales e inevitables: la censura y el cine. La primera aparición oficial de «El Gato Fritz» tuvo lugar en el número 22 de la revista «Help!», en enero de 1965, y tal fue su impacto que la revista que la publicó en el Estado español («Star») se vio enfrentada a un cierre temporal ejecutado por el Gobierno franquista.

Mientras tanto, en Estados Unidos, Ralph Bashki, un reconocido talento de la animación, consiguió los derechos para dirigir una película con el gato libertino y fue tal el desencanto que produjo esta versión animada a su creador original que este no dudó en hacer lo mismo que en su día hizo Arthur Conan Doyle con su amado-odiado Sherlock Holmes: eliminarlo. Mucho menos sutil que el escritor escocés, Crumb urdió un último cómic en el que una celosa avestruz asesinaba al gato Fritz enterrándole un picahielos en la nuca, luego de que éste apareciera en un programa de televisión hablando acerca de su éxito colosal en Hollywood.

Tinta lisérgica

Nacido en Filadelfia en el año 1943, Robert Crumb forma parte de esa tipología de creadores en la que arte y vida se funden para conformar una obra que huye de cualquier etiqueta y abre nuevos horizontes. Considerado como uno de los padres del cómic underground, algunos de sus personajes han conseguido superar los límites del llamado noveno arte para convertirse en iconos de la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX.

Su larga carrera en el campo de la historieta nos ha dejado una extensa bibliografía en la que encontramos notables aciertos en cada una de sus diversas etapas. Su despegue comenzó a principios de los 60, cuando ejerció como ilustrador en una empresa de tarjetas de felicitación, una labor con la que empezó a coger tablas en el oficio, manteniendo siempre su incansable dedicación a los cómics. Pero el verdadero germen del autor que conocemos hoy en día comenzó a desarrollarse a partir de su traslado a San Francisco en 1967; es decir, en plena eclosión del movimiento hippy. Crumb siempre fue un joven solitario que vivía completamente al margen de la juventud de su época, aunque esto no le impidió experimentar ciertos aspectos de la cultura psicodélica de aquel entonces. Entre viajes de LSD y guitarreros de blues, Crumb se dejó llevar más por la espontaneidad y la improvisación y el resultado fue la creación de algunos de sus personajes más famosos, como «El Gato Fritz» y «Mr. Natural». En esta etapa resultó determinante su aportación a la revista `ZAP Comix', escenario de sus primeros éxitos y, por extensión, el inicio del cómic underground norteamericano.

El retiro del libertino

Cruzada la década de los 70, empezó a sentirse abrumado por el éxito que tenían sus criaturas, y tras la decepción que supuso la adaptación animada del Gato Fritz, tomó la decisión de volver a apartarse de la vida pública y dar un nuevo giro a sus cómics. Es a partir de entonces cuando él mismo empieza a protagonizar sus historias, en las que vuelca todos los aspectos más oscuros de su personalidad: sus fobias, sus manías y, especialmente, sus fantasías sexuales. Fruto de esta autoindagación, el autor se refleja en otros autores que han marcado su trayectoria y les rinde sendos homenajes a través de ilustraciones para sus libros -Bukowski y Kafka- o diseñando portadas de discos de blues.

Durante su reciente estancia en Bilbo, Crumb compartió con su fan Santiago Segura una conversación de la que fuimos testigos y, entre sonrisas cómplices, el autor nos reveló sus experiencias con el cine: «Tuve mala suerte con mi `Fritz El Gato'. Sentí verdadero asco cuando acudí a la entrega de los Óscar por encargo de la revista `Première' y no exageré en mis dibujos cuando representé a los asistentes como reptiles. Por otro lado, admiro a tipos que dominan ese juego. Spielberg, por ejemplo: me impresionó su película sobre Abraham Lincoln. Es la obra de un hombre maduro, que sabe que la vida está llena de compromisos. Como el propio Lincoln».

Y en relación a su etapa actual y su residencia en el Estado francés, declaró que «tengo largas relaciones con pequeñas editoriales en diferentes países; pagan poco aunque son fiables. Y me han permitido cumplir mis humildes deseos. Tengo una buena colección de discos. Toco en directo de vez en cuando. Amo a mi esposa. Disfruto del sexo. Tengo dos nietos. Me reconocen con premios como el que me han otorgado en Bilbo. No, no volveré a Estados Unidos. Estoy bien de salud pero un hombre mayor cada vez necesita más cuidados. Y Obama nunca llegará a implantar la sanidad universal».

El Génesis, según Crumb

En más de una oportunidad, Robert Crumb ha declarado que el cómic es un negocio muy extraño y buena parte de esta afirmación la utiliza para referirse al éxito tardío que cosechó en el año 2009 con “Génesis”. Considerado como uno de sus mayores logros editoriales, este acercamiento a los textos bíblicos son, para el propio Crumb, su trabajo «menos creativo. Sencillamente, puse imágenes al inicio del Antiguo Testamento. ‘Génesis’ ha vendido diez veces más que cualquiera de mis tomos anteriores».

En relación a cómo enfocó su particular visión en relación a los consabidos originales, el autor estadounidense reveló, tras recibir el premio BBK La Risa de Bilbao, otorgado por el festival Ja! de literatura y humor, que le «divierte que leyes pensadas para un pueblo de pastores, rodeado de enemigos, todavía rijan a buena parte de la humanidad. En realidad, no tiene gracia». La Creación, Adán y Eva, Caín y Abel, Noé y el diluvio o La torre de Babel son algunos de los episodios más destacados que Crumb reinventó a través de sus muy reconocibles trazos en blanco y negro. Durante cuatro años y desde su refugio en la Provenza, el creador de Fritz desglosó a lo largo de doscientas páginas «un texto poderoso», en palabras del dibujante, «con muchas capas de significado que profundizan en nuestro inconsciente colectivo, nuestro inconsciente histórico». K.L

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