ANÁLISIS | POLÍTICAS ANTICRISIS EN EUSKADI
Sobre déficit y deuda
Los autores sostienen que «la dinámica del endeudamiento durante la crisis debe contemplarse de forma distinta en países como Italia o Grecia, que tenían un problema estructural antes de la crisis» y lo que ocurre en el Estado español y en la CAV.
Ekai CENTER
Un comentarista en internet ha criticado duramente nuestro reciente artículo «Políticas Anti-Crisis en Euskadi. Fiscalidad: cae otro mito», en los siguientes términos: «Es una total manipulación hablar de deuda y déficit público como un problema, era totalmente manejable antes de 2007, es el sector privado el causante de la crisis y el que tiene la deuda que ha traspasado al sector público».
Cuando Ekai Center ha defendido la necesidad de una política fiscal que permita una recaudación impositiva suficiente para el nivel de gasto público pretendido en ningún caso pretendemos llevar este razonamiento de forma estricta al concepto de déficit cero a toda costa y en todo momento.
Pero el hecho de que el déficit o la deuda pública moderados no sean un problema tampoco significa que sean algo a valorar positivamente. Pueden ser un instrumento razonable para resolver desequilibrios temporales entre ingresos y gastos públicos. Pero es imprescindible tener en cuenta que el menor coste político de recurrir al endeudamiento frente al recurso a la elevación de impuestos genera una lógica tendencia en los responsables políticos a recurrir sistemáticamente -y excesivamente- al endeudamiento antes de regularizar la situación de la recaudación impositiva.
Recordemos también que, aunque esto tienda a olvidarse, incluso en las políticas anti-cíclicas keynesianas, el recurso al déficit en los períodos de crisis como un instrumento de reanimación económica se justifica en la medida en que, en los períodos de reactivación económica, las administraciones consigan un superávit presupuestario que les permita cancelar la deuda acumulada y, al contrario, generar reservas suficientes para hacer frente a las posibles crisis futuras. Todos sabemos que, en las actuales coordenadas políticas occidentales, esta dinámica es, sencillamente, utópica.
A partir de esta reflexión previa, la dinámica del endeudamiento durante la crisis debe contemplarse de forma distinta en los países que, como Italia o Grecia, tenían -ya antes del estallido de la crisis- un problema estructural serio de endeudamiento público, y en los países que como España, o el País Vasco en nuestro caso, no tenían un grave nivel de endeudamiento.
En cualquier caso, tras el estallido de la crisis, el sector público ha sido una válvula de escape para el sobredimensionamiento del sector financiero y el instrumento básico (junto a la repercusión de costes sobre empresas y familias) que ha permitido evitar la reestructuración interna de los grandes bancos, haciendo recaer sus pérdidas sobre los gobiernos, a través del déficit y la acumulación de deuda pública. El déficit y la deuda han sido, de esta forma, un instrumento fundamental de la estrategia de los grandes bancos frente a su propia crisis interna.
Contener esta sangría de los recursos públicos es imprescindible para establecer una muralla de contención ante un insaciable sector financiero que amenaza con destruir los recursos del conjunto de los gobiernos occidentales y, en general, del conjunto de la economía real de nuestros países. Esta es la razón fundamental de por qué debemos detener la expansión de los déficits y la deuda pública en Europa y Estados Unidos.
De una forma u otra, como consecuencia del traslado al ámbito público de parte del endeudamiento privado, los rescates bancarios y la crisis de demanda y de empleo, ahora sí tenemos -también en el País Vasco- un grave problema de deuda y de déficit.
Aunque con frecuencia se alude a que la deuda pública en el País Vasco es moderada mientras que la española se va a situar en el 100 por ciento sobre PIB, este planteamiento es incorrecto. La realidad es que la dinámica del concierto económico nos hace responsables del servicio de la deuda pública de la Administración General del Estado en la parte que proporcionalmente nos corresponde.
La deuda pública vasca no es la deuda del Gobierno Vasco, sino la del Gobierno Vasco, diputaciones, ayuntamientos y también la parte proporcional de la deuda de la Administración Central. Esto significa que, nos guste o no, también nosotros tenemos un grave problema de déficit y de deuda pública.
En las circunstancias actuales, déficit y deuda pública significan perder autonomía y depender progresivamente de organizaciones internacionales y del mercado financiero. Y déficit y deuda pública graves significan que nos encontramos ante una situación de «grave» dependencia externa.
Por eso nos ha sorprendido con qué facilidad, en el reciente pacto PNV-PSE-PP, se considere la autorización para incrementar el déficit como algo equivalente a «una mayor disposición de recursos» y que nuestras instituciones -y nuestros medios de comunicación- hayan evitado el debate sobre si esa autorización para incrementar el déficit debía tener como consecuencia un mayor gasto o bien debía renunciarse a dicho incremento y utilizar la recaudación impositiva para financiar el nivel de gasto necesario.
El déficit y la deuda, en teoría, son instrumentos válidos a corto plazo y, por supuesto, siempre que se utilicen para finalidades de interés general. En este momento, son instrumentos de alto riesgo. Cualquier país que -en las actuales circunstancias- quiera decidir su propio destino, sin poner en riesgo su futuro y sin depender de ayudas o imposiciones externas y, sobre todo, sin depender de un turbulento y manipulado mercado financiero, debe contener al máximo su recurso al déficit y a la deuda pública. Por las razones indicadas, también en el País Vasco estamos en este sentido en una situación de alto riesgo. No nos olvidemos de ello.