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Iñaki LEKUONA | Periodista

La Francia oculta

Lleva desde el mes de abril recorriendo el hexágono con la voluntad de «acercarse a los ciudadanos» y «sentir sus preocupaciones», de conocer cuál es el origen de ese desencanto político, de esa despreocupaciõn general que tanto le preocupa a él como diputado. Jean Lassalle, aupado al parlamento por un sentido populista de la política, se confiesa «conmocionado» por un viaje en el que ha escuchado con frecuencia un profundo desprecio a los políticos. «No confiamos en ustedes» o «no sirven para nada» o «esto va a reventar algún día».

Sorprende la sorpresa de un electo que siempre ha alardeado de ser «un hombre de terreno», anclado a la realidad, al pueblo. Habrá entendido quizá que su realidad no va más allá de su terruño del Bearne y que su Francia, tan grande que la creía, lo es aún más, pero en diferencias sociales, en problemas reales, en abandono, en miserias, en centralismo jacobino.

Pero lo de esta semana no se lo esperaba. Jean Lassalle ha pasado de la sorpresa y la conmociõn al sobresalto tras ser asaltado en su propio coche por unos rufianes mientras esperaba pacientemente a que el semáforo cambiara del rojo al verde en una calle de Marsella. A su acompañante le arrebataron las joyas. A él su preciosa idea de Francia.

Lassalle parece haber descubierto de repente una Francia que incomprensiblemente ignoraba, alejada de la grandeur. Quizá ahora comprenda por qué el Frente Nacional se alza en estos momentos como el partido con mayor intenciõn de voto. Quizá ahora entienda por qué su mayor logro político, cantar en el parlamento, fue en realidad una enorme cantada que le hace igualmente responsable de esa Francia pretendidamente oculta.

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