Los bomberos australianos reforzaron ayer su dispositivo para hacer frente a los gigantescos incendios que destrozan la región de Sídney, atizados por una combinación de sequía, altas temperaturas y vientos de hasta 100 kilómetros por hora. Más de 200 viviendas han sido destruidas y otras 120 dañadas en los incendios que consumen desde hace una semana el Estado de Nueva Gales del Sur. El peor se ha registrado en las Montañas Azules, a un centenar de kilómetros al oeste de Sídney, que cubrió el cielo de la ciudad con humo y cenizas. El primer ministro, Barry O'Farrel, decretó el estado de emergencia y dejó en manos de los bomberos la decisión de evacuar forzosamente a la gente y multar a los que se nieguen a abandonar sus casas. Ayer se emitió una orden de evacuación de la localidad de Bell en las Montañas Azules y en Sídney y sus alrededores está terminantemente prohibido encender fuegos. «Nos estamos preparando para lo peor, pero confiamos en que no ocurra», dijo O'Farrel.