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CRíTICA: «Turbo»

El tamaño del sueño y la capacidad del soñador

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Mikel INSAUSTI

No hay competición más absurda y paradójica que las carreras de caracoles, por lo que tiene de meter en una competición de velocidad al animal que simboliza la lentitud. Por increíble que parezca, en el estudio de animación DreamWorks le han querido buscar un sentido a tan descabellada idea. Y eso ya supone un plus de originalidad, aunque muchos se empeñen en decir que «Turbo» es una copia descarada de la franquicia de Pixar «Cars». Yo no lo veo así, ya que a nivel de diseño también cambia el concepto básico, que aquí se limita al aprovechamiento de la concha para convertirla, mediante el oportuno tuneado, en el vistoso carenado de un coche de Fórmula-1.

La imagen acelerada y la impresión general de trepidación proceden de los muy elaborados efectos lumínicos, que dibujan la estela que va dejando el caracol tras de sí en su vertiginosa carrera. Supongo que técnicamente se inspira en la experimentación que en su día hizo con los videojuegos Steven Lisberger en la muy avanzada a su tiempo «Tron». El color azul neón está tomado del nitrometano de los motores, que es el líquido con el que se contamina el molusco gasterópodo para transformarse en todo un velocípedo.

«Turbo» es un producto competente en lo formal, pero que se toma en serio a sí mismo, a pesar de su humor infantil en cuanto divertimento pensado para los más pequeños. Y es en esa forzada conjunción entre mensaje y comicidad donde se observa cierto desequilibrio. El contenido pedagógico a favor del riesgo necesario en la vida para poder evolucionar estaba mejor expresado, por ejemplo, en «Los Croods», donde la cueva representaba el oscurantismo y el atraso frente al exterior y sus posibilidades de futuro. En «Turbo» dicho espacio intermedio entre lo viejo y lo nuevo lo representa el jardín, con sus consiguientes peligros para los caracoles a la hora de atraversarlo, y que van desde los pájaros al cortacésped, pasando por u niño en su triciclo. La motivación se encuentra en esta frase: «Ningún sueño es demasiado grande y ningún soñador es demasiado pequeño».

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