Parece mentira que en siete días, en siete parcelas de tiempo reducido, puedan ocurrir tantas cosas con la capacidad suficiente para condicionar los mañanas que ya se asoman a la semana que viene. Algunas de ellas se estrellan en la realidad y resquebrajan la confianza indefinida de que todo cambie. Otras mantienen en vilo la fuerza de esa confianza entre conjeturas que van del optimismo al escepticismo. Y por último sucede lo que de repente hace que el presente levante la cabeza y disfrute de sí mismo como si fuera un animoso alto en el camino. Al primer apartado pertenece el desgarro social que supone el aumento del desempleo, que afecta ya al 15,84% de la población activa en la CAV y al 18,23% en Nafarroa. El desgarro se acrecienta y despierta la indignación cuando se anuncia que la Banca, solo en este año, ha logrado más de 7.000 millones de beneficios, siendo el BBVA el más afortunado con un 85,8% más de ganancias, 3.077 millones, que se dice pronto. En el segundo puesto, en el estado de incertidumbre de qué pasará y cómo se escribirá la historia dentro de un lustro, se encuentran los macrojuicios de la AN a treinta y seis miembros de la izquierda abertzale y a cuarenta jóvenes vascos que antes de ser acusados y juzgados fueron torturados con alevosía e impunidad. Y mientras vivimos en el filo de ese inquietante no poder augurar sentencias, hoy, en las calles de Bilbo, podremos buscar esperanzas políticas, demostrando, al menos, la fuerza de la solidaridad. Caminaremos gozando de esta nueva semana que comienza y nos deja, con la resolución del Tribunal de Estrasburgo, la alegría de poder decir muchas veces ongi etorri, herria zurekin. Parece que no, pero siete días dan para mucho.