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Georgia elige presidente entre numerosas dudas sobre su futuro

La nación gobernada durante el último año por el multimillonario Bidzina Ivanishvili arrastra los mismos problemas de los últimos años: precaria situación económica, problemas territoriales y unos políticos más ocupados en disputas internas que en sacar adelante el país.

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Pablo GONZÁLEZ

Los georgianos están llamados a las urnas para elegir a un nuevo presidente que sustituirá a Mijail Saakashvili. Se cierra así la transición de república presidencialista a parlamentaria iniciada hace un año con las elecciones parlamentarias. Aquellos comicios dieron optimismo a la población. Tras nueve años, el partido Movimiento Nacional, encabezado por Saakashvili, con claros síntomas de estancamiento y numerosos problemas tanto internos como externos, perdía la mayoría parlamentaria en favor de la coalición Sueño Georgiano encabezada por el multimillonario Bidzina Ivanishvili.

Un año más tarde la ilusión de los georgianos se ha disipado. El nuevo ejecutivo de Ivanishvili no ha podido o sabido mejorar la situación económica del país. Tampoco han sido demasiado grandes los cambios en el panorama político. Las promesas de llevar ante la justicia a los responsables de la represión del régimen de Saakashvili se han quedado en papel mojado en su mayoría, lo mismo que los intentos de mejorar las relaciones con Rusia en la búsqueda de avanzar en la solución de los problemas territoriales de Abjasia y Osetia del Sur.

A todo ello hay que sumar la particular -algunos políticos opositores la califican de excéntrica- manera de gobernar del actual primero ministro Bidzina Ivanishvili. Ya ha anunciado que en el curso de un máximo de tres meses va a abandonar el cargo de primer ministro. Ello se debe a que la constitución georgiana le impide ocupar el cargo por más tiempo al tener otra nacionalidad además de la georgiana, y a su negativa a renunciar a la nacionalidad francesa. Aun así, Ivanishvili no oculta sus intenciones de seguir controlando la vida política de la nación a pesar de no estar presente en ella de manera directa. Como parte de este control ha empezado a asignar a dedo a los diferentes cargos importantes del país. Por ahora su popularidad y sus recursos financieros se lo permiten, pero está por ver cómo se va a desarrollar la situación según vaya creciendo el hartazgo de los georgianos.

Candidatos y peculiaridades

El principal favorito es Giorgi Margvelashvili. El que fuera ministro de Educación de Ivanishvili no es miembro de ningún partido y, al igual que para el cargo de ministro, ha sido designado candidato a presidente personalmente por el primer ministro sin haber pasado por ningún tipo de primarias. Los sondeos le dan entre un 40% y un 65% de los votos.

Si Margvelashvili consigue un 50% de los votos más uno, será el nuevo presidente del país. Sin embargo, si tiene que ir a una hipotética segunda vuelta, se retirará de las elecciones otorgando la victoria al otro candidato que pase a la segunda vuelta. Está decisión, como mínimo poco común en la política, la ha tomado el propio Ivanishvili (Margvelashvili la ha aceptado), alegando que si el candidato propuesto por él no es capaz de ganar en la primera vuelta se deberá a que la población no le apoya lo suficiente y debe dejar paso a otros políticos.

El segundo puesto y, en caso de segunda vuelta y de que Ivanishvili cumpla su palabra, la presidencia se los disputarán David Bakradze, el candidato del Movimiento Nacional encabezado por el presidente saliente Saakashvili, y Nino Burdzhanadze, del Movimiento Democrático. Los sondeos le dan a Bakradze, candidato continuista del actual presidente, entre el 10% y el 30%, mientras que Burdzhanadze, la candidata más prorrusa, obtiene entre un 5% y un 30%. Las grandes diferencias de los sondeos se deben a que cada partido encarga el suyo propio, y los resultados que prevén distan mucho de los de sus adversarios.

Desencanto ciudadano

El ciudadano de a pie georgiano está desencantado con la clase política. Nadie de ellos ha cumplido las promesas de mejorar el nivel de vida en el país. Sigue sin crearse empleo. Prácticamente todos los servicios que ofrece el Estado a la población están por debajo de los que se ofrecían en la república en tiempos soviéticos hace más de 20 años. A esto se añade que ni el cambio de gobierno ha hecho que se haya avanzado lo más mínimo en un tema tan importante para la opinión pública como el problema territorial de Osetia del Sur y, sobre todo, de Abjasia.

Salga quien salga elegido hoy, el futuro desarrollo de Georgia seguirá ofreciendo más interrogantes que respuestas. Al menos ya estarán definidas las figuras que van a gobernar el país como mínimo los próximos tres años. Todo ello sujeto a las peculiaridades propias de la política georgiana, donde parece que la situación puede cambiar a voluntad de unos pocos sin que los ciudadanos tengan el poder real de influir en las decisiones que marcan el rumbo de la nación.

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