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Una nueva centralidad basada en derechos y enfocada al futuro

Mainstream» lo llaman los ingleses y traducido es algo así como el carril central, el espacio ideológico y cultural colectivo por donde transita el grueso de una sociedad. No se trata de un punto estático ni de una moda pasajera. Tampoco es, sin más, «lo que piensa la mayoría». Sin ánimo exhaustivo, en política puede ser entendido como el resultado complejo y dinámico que resulta de la suma de luchas, debates y culturas políticas en una sociedad, en un contexto dado y en un periodo histórico.

Ese carril tiene la virtud de proyectar esa sociedad a futuro. [Cuidado, a menudo es desde fuera del establishment, en los márgenes, desde donde más se aporta a esa proyección. Pero llega un momento en el que, para articular y llevar a cabo esa visión de país, de pueblo, de sociedad, debe tomarse el carril central.] En el caso vasco, en este nuevo tiempo político que hace dos años adquiere categoría de oportunidad real, se debe pavimentar un nuevo proyecto común y de futuro. Los parámetros sobre los que hay que construir ese camino son derechos y libertades para todas las personas, lo que debe garantizar también un modelo justo y equilibrado.

Este camino tiene, evidentemente, un carácter aspiracional, pero debe ir articulándose poco a poco y sin descanso. La sentencia de Estrasburgo ofrece un punto de inflexión tras dos años en los que no se ha avanzado todo lo deseado, generando cierta frustración donde debería haberse fomentado ilusión y ganas de hacer las cosas de otra manera, en clave de país.

Una sociedad proyectada al pasado

Si algo ha quedado claro esta semana es que los centros de gravedad políticos de la sociedad vasca y la española se sitúan en puntos radicalmente distintos, por no decir opuestos. Ante un mismo hecho, la sentencia del TEDH que condena al Estado español por retorcer la ley para retener ilegalmente a varias decenas de presos, violando así los derechos humanos de esas personas, la reacción en uno y otro caso es clarificadora. En cierta medida, se resume en los lemas de las dos manifestaciones, la de ayer en Bilbo -«Por la resolución, todos los derechos. Libre»- y la de hoy en Madrid -«Justicia para un final con vencedores y vencidos»-.

En el caso de la de reacción de Madrid, resulta inédito que un partido de Gobierno apoye una manifestación cuyos convocantes han llegado a pedir que no se acate la sentencia del Tribunal de Estrasburgo y, si fuera necesario, la salida del Estado español de los convenios que lo vinculan a la comunidad internacional en materia de derechos humanos. Para colmo, los gestos que el Gobierno ha hecho para no aparecer ante el mundo como díscolo ante los tribunales internacionales y los derechos humanos -a pesar de que los ministros de Interior y Justicia, con su demencial puesta escena, su señalamiento del representante español en el TEDH y sus manifestaciones antijurídicas y favorables a primar la venganza sobre los derechos humanos resulten espeluznantes para, como mínimo, la media de corrección política europea- han supuesto que las críticas de esos lobbys alimentados por el PP se vuelvan precisamente contra Rajoy y los suyos.

Tal delirio solo resulta atemperado por la asunción total y acrítica por parte del PSOE del marco ideológico establecido por la derecha. Si el argumento más sólido que tienen los socialistas ante el fallo del TEDH es que Aznar y Mayor Oreja liberaron a más presos vascos que ellos, poco cabe esperar de su capacidad para llevar el carril central de la opinión pública española a terrenos más cabales y democráticos.

Ese carril, pese a la importancia que puedan tener voces que se sitúan en sus márgenes con espíritu crítico y democrático -y esta vez han hablado más claro y más alto que nunca-, proyecta a España a su pasado más oscuro. No desde la memoria ni desde la justicia, sino desde la mentira y la impunidad, desde el deseo de venganza y con una visión social absolutamente reaccionaria. En su nombre el Estado ha tenido retenidas ilegalmente a decenas de personas por un computo total de más de 200 años. El TEDH ha decretado que esas personas han sido víctimas de una de las violaciones más graves que puede cometer un Estado, la privación ilegal de la libertad. No están para dar lecciones.

El camino está trazado: derechos y libertades

Por el contrario, hay que destacar la reacción serena de los propios presos, de la izquierda abertzale y del conjunto del frente amplio. Las palabras primero del diputado Xabier Mikel Errekondo en Madrid y posteriormente del presidente de Sortu, Hasier Arraiz, demuestran altura de miras y voluntad de construir ese carril central en base a la premisa de todos los derechos para todas las personas. Y, hay que recordarlo, todo ello mientras en Madrid se juzga a parte de su dirección histórica y tras escuchar los terroríficos testimonios de torturas de los jóvenes juzgados por su actividad política.

A estas alturas, no se debería confundir el mencionado carril central con estar en el medio entre dos polos, con la famosa equidistancia. El medio y la centralidad pueden coincidir solo si, de manera real o inducida, se da un juego de espejos entre dos partes enfrentadas en medio de las cuales se sitúa un tercero. Ese ha sido durante largo tiempo el escenario en el que se ha movido la política vasca, un escenario que resulta conocido y cómodo para muchos, pero que ha llevado a un bloqueo que no facilitaba la resolución del conflicto vasco ni la opción de proyectarse en un futuro justo y democrático. Hay que construir un proyecto común en y desde Euskal Herria donde todo el mundo gane. Sin impunidad, con memoria y justicia, pero en clave de derechos y futuro.

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