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CRíTICA teatro

Suicida empedernida

Carlos GIL

Hay un tono de distanciamiento crítico a través de un sentido del humor basado en la oscuridad del alma humana, de una persona que está decidida a suicidarse y que busca las mil y una manera de hacerlo ante nuestros ojos. Un acto preformativo que parte de una textualidad que acota las esperanzas, que nos coloca ante el instante en el que todo sucede, en ese aquí y ahora que le confiere el valor escénico singular.

Y suceden muchas cosas. Yo diría que demasiadas cosas. Con su cuerpo como campo de batalla, campo de experimentación poética, tejido y lana, medida, fundamento y metáfora, Catherine Froment se vacía, se inmola escénicamente, creando un paisaje emocional barroco, una acumulación excesiva de propuestas, como si tuviera miedo de que en cuarenta y cinco minutos que dura su espectáculo, el público se distrajera o se aburriera y tuviera que recibir dosis elevadas de adrenalina, de paradojas, de imágenes que buscan el más difícil, las acciones más inverosímiles, los recursos menos esperados.

Este barroquismo conmueve, pero no suma, sino que acumula sensaciones, y cuando todavía no se ha asimilado una acción la otra aparece de súbito y oculta la anterior, no dejando que hagamos una degustación de cada momento, sin dejar reposar ninguna de las aportaciones, con una sensación de urgencia forzada, por momentos angustiosa de esta suicida empedernida que acaba vivita y saludando. Y se le aplaude por su derroche de energía por haber aportado alguna docena de imágenes potentes y de situaciones que nos hubiera gustado poder disfrutarlas más. Un ciclón escénico a tener en cuenta.

 

Ficha

Obra: «Réquiem sin fin«

Creadora e intérprete: Catherine Froment

Dirección: Esperanza López

Producción: Dans le sens opposé.

Lugar y fecha: La Fundición (Bilbo) 02/11/13 - BAD

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