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Anoeta vive la segunda mejor entrada de su historia

Cerca de 31.000 personas se dieron cita en el estadio donostiarra para vivir en directo un encuentro histórico para los locales. Buen comportamiento de la hinchada inglesa.

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Imanol INTZIARTE

Si un pronóstico estaba claro mucho antes del arranque del partido ese era el de las aficiones, donde el rojo sucumbió por goleada ante el blanquiazul. Si para los realistas la visita a Old Trafford era una oportunidad casi irrepetible y se desplazaron en masa hasta Manchester, resulta evidente que Anoeta no es un destino deportivamente atractivo para los seguidores de los Diablos Rojos, que se reservaron para choques futuros.

Los que vinieron -la Real envió 1.600 entradas al club inglés- disfrutaron de la gastronomía local como no podía ser menos e hicieron honor a su legendaria fama de bebedores de cerveza y otros licores.

Siguiendo el recorrido clásico, el grueso de la expedición se dejó sus primeras libras en la Parte Vieja y sus inmediaciones, para rematar la faena en los alrededores del estadio según se acercaba la hora del inicio. El viento y la lluvia -más tarde mejoró la cosa- no invitaban a exhibirse en mangas de camiseta, así que la principal pista para detectarlos era su nutrido repertorio de cánticos en inglés.

Los locales tiraban de cámara para inmortalizar a unos visitantes que no dieron problemas de importancia -por si acaso la Ertzaintza dispuso un amplio despliegue-, nada que ver con los ultras del Lyon y su evidente intención de liarla.

Metidos en el choque

Ya dentro de Anoeta se vio que la parroquia blanquiazul estaba metida en el choque mucho antes de comenzar el partido. Además, la gente vino con la lección aprendida del día del Shaktar, cuando se formaron largas colas por los controles de seguridad.

De este modo, el graderío estaba casi hasta la bandera quince minutos antes del arranque. El campo de Amara registró, con casi 31.000 personas, su segunda mejor entrada de la historia, solo superada por el día del ascenso a Primera frente al Celta.

Con los jugadores en los vestuarios sonó el Txuri Urdin por megafonía para ir abriendo boca antes de la salida al césped y el himno de la Champions y la lluvia de flashes. «Gallina de piel», que diría aquel. Los decibelios superaban el máximo legal permitido, sin duda.

El arranque, con un United mostrando su jerarquía merced a la excelsa calidad individual de sus jugadores, no desanimó a una grada que jaleaba hasta los saques de banda a favor. Los visitantes estaban missing salvo cuando los suyos disponían de algún lanzamiento a balón parado.

La Real aguantaba el tipo, corría sin desmayo tras el balón y de vez en cuando se asomaba al área de De Gea. Motivos más que suficientes para despedir al equipo con una cerrada ovación en el descanso. Crujir de papel de aluminio y reposo para las cuerdas vocales.

El bocadillo bajó a plomo con los «uys» del Chicharito y Van Persie, preludio del penalti que lanzó el holandés. Y en esas apareció San Claudio Bravo para mantener viva la esperanza.

Algunos pitos para Arrasate por quitar a Pardo y muchos para Seferovic al salir, tras su gesto del pasado sábado. El reloj se acercaba al minuto 90 y los nervios se hacían notar. Al final Anoeta aplaudió el esfuerzo pero se quedó con las ganas de una muy complicada guinda.

Los últimos en irse, por protocolos de seguridad, fueron los ingleses, que con el campo ya solo para ellos se lo pasaron en grande animando el entrenamiento de sus suplentes.

 

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