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Aritz Intxusta Periodista

La revolucionaria sensatez de la PAH

La bondad o maldad de un sistema político no se mide por el método de elección de los gobernantes, sino por las consecuencias que conlleva para la población. La justicia social y el sentido común siempre estarán por encima de cualquier norma. Lo que es justo se puede y debe hacer antes de que la ley llegue o aunque la ley no llegue nunca. Es más, es un deber ciudadano acabar con la injusticia cuanto antes. El llamado estado de derecho español no es capaz de atajar ni el hambre, ni la desesperanza del paro, ni la falta de vivienda con la celeridad necesaria. Las leyes que rigen la vida de los ciudadanos del Estado, e incluso de Europa, suponen un corsé para la justicia social, Pero en todo será problema de los legisladores cambiar las leyes, no del ciudadano. La única preocupación del ciudadano es actuar desde ya conforme al sentido común que, para mí, sin duda es el verdadero padre de la revolución (y del buen periodismo también). Por mucho que el principio Dura lex, sed lex esté escrito en latín, no deja de ser una memez. Si las leyes desprenden injusticia, han de ser ignoradas. Quien diga lo contrario, que repase lo de Nüremberg.

Me he animado a contar esto porque la PAH me ha devuelto la ilusión ocupando dos casas públicas olvidadas por el Gobierno navarro hace 15 años y llenas de mierda de paloma. Me parece un acto revolucionario en toda regla. Incontestable, limpio y brillante de puro lógico. Hay 150 casas de camineros, públicas y abandonadas. Las van a rehabilitar a puro huevo gracias a la solidaridad de vecinos y, qué demonios, de la gente sensata. No piden caridad, dicen que están dispuestos a pagar por esos pisos, ahora bien, será un alquiler social, es decir, de sentido común. Porque, si la deuda que tiene una de las familias desahuciadas es de 140.000 euros, tendrán que pagar lo que puedan pagar. Ni un euro más. La PAH ha actuado justamente y ha dejado en evidencia al Gobierno navarro que tenía casas muertas de asco y a personas en la puta calle. Dice el Gobierno que «no son formas», pero yo pienso que sí, que esa es la forma y el camino.

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