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Una Torre de Babel en Cuba forma médicos pobres para los pobres

A orillas del mar tropical, lejos del bullicio de La Habana, más de 13.000 jóvenes de más de un centenar de países estudian medicina en una escuela que parece una Torre de Babel.

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Rigoberto DÍAZ | AFP

Estudiar medicina era uno de lo sueños que tenía y para una familia humilde como la mía era imposible hacerlo», manifiesta a AFP la hondureña Merady Gómez, alumna de segundo año de la Escuela Internacional de Medicina (ELAM), situada en Santa Fe, 25 kilómetros al oeste de La Habana.

«Aquí estoy realizando ese sueño y tengo muchas expectativas de poder ayudar a mi país. Esta escuela es una bendición», añade Gómez, de 18 años. La ELAM ocupa un predio de 120 hectáreas, tiene 28 edificios pintados de blanco y azul, en los que hay 130 clases, diversos laboratorios, dormitorios, cafeterías y hasta un pequeño hospital. Es una de las tres escuelas internacionales creadas por Fidel Castro, pero las otras dos -de Cine y Deportes- no tienen la cantidad de alumnos ni la diversidad de la ELAM.

También hay otra diferencia: la ELAM y la Escuela de Deportes son gratuitas, mientras que los alumnos extranjeros pagan miles de euros en la Escuela Internacional de Cine.

Ahmed Bokovi, un joven de 22 años procedente de Chad, agradece «a Dios y a Cuba por esta gran oportunidad» de estudiar gratis medicina. «Vivo bien, no tengo problemas. Algunas veces la comida no está buena, pero igual la agradecemos», dice Bokovi, lamentando que con frecuencia el menú incluya carne de cerdo, algo que él no come, pues es musulmán.

Su compañero de Zimbabwe, Douglas Macheri, de 20 años, cuenta que está siguiendo los pasos de su padre, que estudió medicina en Cuba y ahora «atiende a las personas pobres» en Zimbabwe, aunque por eso «no gana mucho dinero».

Los futuros galenos cursan en esta escuela solo los dos primeros años de la carrera, que dura seis. La ELAM tiene un total de 13.282 alumnos, pero ahora en Santa Fe solo hay 1.349, pues el resto está completando su formación en facultades de medicina y hospitales repartidos en toda la isla.

Los alumnos provienen de 124 países: hay de América Latina y el Caribe, África, Asia y Oceanía, «fundamentalmente de los estratos más humildes de esas sociedades». Incluso hay algunos de Estados Unidos.

A ese abanico de etnias, lenguas, culturas, tradiciones, credos religiosos y políticos «no lo logras integrar, ni es el propósito; uno logra que convivan e interactúen en un clima de respeto, amistoso, y ese es uno de nuestros grandes logros», explica Víctor Díaz, del equipo de Relaciones Internacionales de la ELAM. «Aquí los rubios estadounidenses andan con negros africanos», bromea Díaz.

«En 14 años hemos graduado a 17.272 médicos de 70 países, con el objetivo fundamental de que ellos puedan regresar a sus comunidades de origen y trabajar con las poblaciones afectadas», declara orgullosa la vicedirectora académica de la ELAM, Heidi Soca. «No damos a los estudiantes nada de política», indica Soca, profesora fundadora de la escuela, quien desestima las críticas de algunas asociaciones médicas extranjeras, que alegan que la ELAM «adoctrina» a sus alumnos, o bien cuestionan su nivel académico. Atribuye estas críticas a que «los médicos que graduamos constituyen una competencia para ellos» y afirma que en otros países hay galenos que «ven la medicina como una mercancía».

En cambio, «los médicos nuestros tienen la visión de una medicina humana y solidaria, van muchas veces a los lugares donde ellos no quieren ir» y su «alto nivel científico-técnico es reconocido internacionalmente», agrega.

La ELAM también participa en la formación de 26.682 médicos en 67 países donde laboran brigadas médicas cubanas.

Pero los recursos de la escuela no son ilimitados. Por ello, en 2012 comenzó a recibir a alumnos cuya formación es financiada por sus respectivos gobiernos y está en la búsqueda de nuevos aportes.

«Para nadie es un secreto las dificultades económicas que tiene el país» y que para «hacer sostenible este proyecto humano y solidario, hace falta financiamiento», señala. Por esta razón, la ELAM proyecta cobrar a sus egresados los cursos de especialización que antes les impartía gratuitamente.

Según sus estadísticas, 3.226 graduados ya se han especializado en la misma ELAM en Medicina General Integral y de ellos 844 han terminado una segunda especialidad.

Entre estos últimos hay una pareja de ecuatorianos, Ingrid Toapanda, de 28 años, y Fernando Cruz, de 31, quienes están especializándose en genética clínica.

Ambos integraron la brigada médica cubana que trabajó en Haití tras el devastador terremoto de 2010, y después participaron en su país en la misión Manuela Espejo de atención a discapacitados.

«En tantos años alejados de la familia, claro que te pierdes cosas importantes, pero la recompensa es la oportunidad que nos ha dado este país de formarnos como médicos y de revertir todo ese conocimiento en tu gente», subraya Toapanda.

 
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