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Fermin Munarriz | Periodista

Cuestión de estilo

Es particularmente en las situaciones delicadas donde aflora la auténtica solidez de las personas. La política es un campo abonado para ello. Por eso está tan desacreditada la clase política. Por su vacuidad. Pero no todos los políticos son iguales. Lo hemos podido comprobar esta semana una vez más.

La grave situación de Fagor ha puesto a prueba a trabajadores, partidos y gobernantes. Y entre todos, no ha faltado la astracanada. Apenas acabada la tensa reunión del miércoles en la que se confirmaron las peores previsiones, el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, corrió con cámaras de televisión y fotógrafos a la planta de Edesa en Basauri para anunciar en persona a los trabajadores que él llevaba su salvación. Él, el mismísimo Bilbao y su chequera. No sabéis con quién estáis hablando...

A juzgar por esa apariencia innata de burócrata sombrío, no es descartable que fuera la primera asamblea de fábrica que el diputado pisaba en su vida, o que se tratara de un brote del espíritu bolivariano que tanto desdeña. Ni el mismo Lenin salvaría con tanta elegancia a la clase obrera.

Se da la circunstancia de que Edesa no ha sido salvada ni con el aval de los tres millones de la Diputación. Es decir, Bilbao se sirvió de las expectativas de futuro de 230 familias a cambio de una foto oportunista y un titular en los medios. Hubo quien pensó que le había tocado la lotería... Pero la frivolidad no acabó ahí. Conmilitones del rescatador porfiaron a las instituciones guipuzcoanas para que hicieran algo similar, bravata que fue cortesmente declinada a fin de no hacer las cosas por estética, no dar pasos en falso y plantear soluciones desde criterios de seriedad y responsabilidad. Afortunadamente, es otra manera de hacer política. No genera las mismas fotos, pero eso hace confiar en que todos los políticos no son iguales.

Con la esperanza de las personas no se juega. Y mucho menos por una vulgar imagen y un discurso ramplón. Eso es irresponsabilidad y populismo. Y una de las causas del descrédito de la política. Desgraciadamente, el oportunismo, la frivolización, el ansia de notoriedad y esa especie de marchamo personal desabrido y hasta chulesco se está extendiendo entre dirigentes jelkides: Azkuna, Bilbao, Ortuzar... Hasta Erkoreka da sus pasitos. Y no es bueno para el país. Por razones de fondo. Y de estilo.

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