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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-05-11
Francisco Larrauri - Psicólogo
Ida y vuelta pasando por el infierno

En 1988 el ex ministro Enrique Múgica, violando los principios orientadores de la política penitenciaria, apostaba con el alejamiento y dispersión de los presos políticos vascos por un plus de terror penitenciario. Hoy, dieciocho años después, todavía se están aplicando, añadidas a la pena judicial, las penas degradantes del destierro y el ataque selectivo contra las casas de los familiares, con el intento de romper la personalidad del preso y descomponer a su familia.

Cínicamente, alejaron a los presos políticos vascos de su domicilio habitual para preservar su autonomía personal; sin embargo, cualquier persona estudiosa de las relaciones humanas sin «ideología por el tratamiento» hubiera convenido en que esta silvestre teoría era una hipó- tesis nula antes de empezar el experimento. La dispersión y el alejamiento de presos, con más sombras que luces, ha violado los derechos humanos de las personas privadas de libertad, transgrediendo además el Estado sus pro- pias leyes de ejecución y compromisos internacionales. El ex ministro Enrique Múgica, empeñado en una lucha ininterrumpida, ha cosechado con su teoría perso- nal un fracaso histórico desde el punto de vista político, penitenciario y psicológico.

Desde la política, el embarque de presos vascos para las atlánticas Canarias y para las legionarias colonias de Ceuta y Melilla, junto a otros embarques en trenes históricos, será el mejor recordatorio para demostrar que no hay libertad cuando el sistema judicial defenestra sus propias leyes sin una oposición factible. También ha fracasado desde el tratamiento penitenciario, porque la solución para disgregar un grupo o romper las presiones de cualquier colectivo no transita por la vía del endurecimiento en la ejecución penal. Y desde el factor psicológico, Múgica legisló para poner años de alejamiento a la vida de los vascos y paradójicamente consiguió que presos y familiares pusieran más vida a todos los años de alejamiento, y es que algunas leyes permiten que los hombres dejen de ser personas, pero la vida no.

Con la esperanza humana, política y social puesta en el pueblo vasco, el alejamiento iniciado en 1988 puede convertirse pronto en un viaje de ida y vuelta. Volverán, pues, con más años, pero conservando la misma autonomía personal con la que se fueron, porque saben adónde van y se acercarán a sus casas sin olvidar de dónde vienen. Gracias a la resistencia han atravesado el imperio del silencio donde a menudo se ausenta el imperio de la ley. A los que vendrán hay que escucharles atentamente para que la memoria colectiva se impregne del ruido del lado oscuro del personal no idóneo que practica humillaciones tanto a presos como a familiares visitantes, de la sordera de las autoridades judiciales a las enfermedades de los presos, del sufrimiento de la tortura psicológica, de las palizas favorecidas por el cor- porativismo de carceleros de extrema derecha que asisten como invitados a cárceles tejanas para visitar la galería de la muerte, y un sinfín de esfuerzos casi todos ilegales que los partidos llamados democráticos han agrupado en la lucha política contra los presos políticos vascos.

Desde la muerte presentida y explicada ­«nik uste diat hiltzekotan nagoela»­ por el propio Joxe Arregi después de ser mortalmente torturado, hasta los tormentos de anteayer de Ibon y Sandra, han pasado 25 años y el silencio con el que continúan cerrando filas «los partidos del bloque democrático» para construir lo que ellos llaman «la democracia» expresa que a pesar del alto el fuego de la organización ETA están sobrecogidos ahora con el pacífico derecho de autodeterminación. Con estos silencios tal vez cueste un poco creer que en democracia se puede defender todo, pero lo tendrán que demostrar en una mesa si realmente pertenecen al bloque democrático. Con el viaje de vuelta en la esquina y con el pacífico derecho a decidir más de moda que nunca, quiero reprimir el temor a que alguien inconscientemente pueda pensar que sufrir era más fácil. -


 
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