Del ya desaparecido cine de Plentzia salimos, tiempo ha, una cuadrilla veinteañera de ver “La aventura del Poseidón”. La cinta nos gustó. Además, no salían repelentes niños sabelotodo que lo acomplejan a uno. A la salida los comentarios de la peña giraban alrededor de cuestiones pretendidamente físicas: era imposible que un transatlántico capotara quilla arriba por culpa de una ola enorme y no se hundiera a la voz de Arquímedes. «Sí, sí era posible», decía una rubia a la que profesé amor platónico. «Que no, joder, va contra la dromosfera», decía un epígono de Paul Virilio, del que no sabíamos en qué equipo jugaba. Yo, tímido, dije que sólo se trataba de una película, una ficción. Añadí, atrevidamente, que me mosqueaba asaz la presencia de un sacerdote (Gene Hackman) y un policía (Ernest Borgnine). Quise entrever ahí un típico «mensaje» ideológico. La rubia me dijo que siempre quería ver tres pies al gato y me entró una crisis de ansiedad.

Años después, superado mi infantilismo revolucionario, leí una versión paranoico-crítica que me convenció. Ustedes conocen la diégesis de la película. Hay unos supervivientes que se salvarán. Será un «grupo elegido» que, buscando la hélice del barco, sortearán diversos y emocionantes peligros en el «vientre» del buque ­una «gestación» freudiana­ hasta que un helicóptero (militar, por supuesto) los salva practicando una «cesárea» en el casco. Antes del olazo, el reverendo Scott sermonea jupiterinamente a la tripulación diciéndoles que Dios y tal «quiere a los vencedores y no a los vencidos» (estamos en Nochevieja). Cuando ocurre la catástrofe el grupo más numeroso escucha las indicaciones del oficial de a bordo que aconseja estarse quietos esperando ayuda exterior, o sea, un inmovilista: todos perecen. Otros siguen al médico que sugiere, progre él, una huida hacia adelante, o sea, mover el culo: todos morirán también, vayapordios. Sólo un selecto grupo sigue la iniciativa del cura y el poli que estiman que la salvación se encuentra yendo... hacia atrás, retrocediendo a la popa (a la hélice): sólo estos se redimirán, digo se salvarán. Sólo ellos llegarán a la «tierra prometida». No se rebela el reverendo contra Dios ­como podría parecer la visión pagana de “Titanic”: «este txintxorro no lo hunde ni Dios»­, sino contra la naturaleza y la ciencia apoyándose en la fe. Dios está con los vencedores...

Acompañado de una morena, veo en el Rialto de Eibar “Poseidón”, supuesto remake de W. Petersen, y no ví nada. Ni siquiera «mensaje», como no fuera un agónico sálvese quien pueda. Puritito nihilismo en un mundo (no digan «capitalismo», digan «mundo») en el que somos mero talco sumidos en katrinas y tsunamis, «fundamentalismos» y otras plantas maléficas que nos atribulan. Lo curioso es que siempre la palman los mismos. Ahora me llamarán «antijudío» como al bolingas de Mel Gibson. Con la caspa que tengo. -