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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-08-24
Joan TALLADA | Activista catalán y miembro del Comité del Programa Comunitario de la Conferencia
«Los gobiernos más ricos afrontan el sida según sus intereses geopolíticos»
·XVI conferencia internacional de sida en Toronto

Este catalán de larga trayectoria en el activismo del sida fue el único representante del Estado español en uno de los comités organizadores de la reciente Conferencia Internacional de Sida en la ciudad canadiense de Toronto. La sensación con la que regresa es agridulce. Esperanza, más que promesas, es lo que se trae en el bolsillo.

Es una de las voces más respetadas del activismo en el campo del sida en el Estado español. No en vano, en la reciente cumbre mundial de Toronto formó parte de uno de los comités organizadores, el del Programa Comunitario, en el que se sentaban representantes de todas partes del mundo junto con miembros de ONG locales, para discutir cuál era la mejor manera de canalizar la participación de la sociedad civil en el encuentro. «El problema del VIH es un problema de derechos humanos, pero lo mismo en Africa que aquí entre nosotros, y eso debemos interiorizarlo. Si no nos mentalizamos, tendremos sida muchos años».

­¿Qué balance hace de su presencia en este comité?

A decir verdad ha sido una experiencia agridulce, porque hay ciertos espacios donde tienes un control casi absoluto en el sentido de que es un espacio de encuentro donde todos pueden entrar. Pero cuando ya hablamos del programa general, mirando hacia arriba, yendo a los foros de discusión, al plenario, ahí cada vez cuesta más acceder. Es decir, tú haces sugerencias y otras personas van tomando decisiones. Nosotros teníamos dos representantes en un conjunto de mucha más gente. Es decir, te dejan un espacio, pero no en el programa oficial, y nosotros siempre hemos defendido que no haya ese gueto comunitario, sino que sea de igual a igual con el sector médico, privado o gubernamental.

­Curioso, porque da la impresión que estas cumbres tienen un carácter más social que científico.

Es cierto que la parte biomédica cada vez tiene menos peso en esta conferencia, aunque habría que discutir si eso es bueno o malo. Hay razones para ello, como que la ciencia no avanza tan rápido y hoy en día hay un montón de conferencias al año y no puede haber avances en todas. Además, cuando otros sectores empiezan a adquirir su parte de protagonismo, el sector médico siempre se retrae y entonces crea sus conferencias paralelas.

­¿Por qué va a ser recordada la conferencia de Toronto, si es que lo será por algo?

Ha habido un mensaje claro como es el importante impulso dado a los microbicidas, que una vez completado su proceso de investigación serán aplicados seguramente primero en la vagina y luego en el recto, y podrán servir para prevenir el VIH seguramente en buena parte, aunque no en toda. De cada diez aplicaciones quizá entre cinco y siete servirá para que no haya transmisión del VIH. Pero lo llamativo es que todo esto ha sido así porque en la inauguración el matrimonio Gates habló de los microbicidas como cinco veces.

­¿Lo dice en tono crítico?

Es que resulta que la pareja más rica del mundo cita algo y al día siguiente... Eso ha marcado la agenda, porque hasta hace poco los microbicidas eran conocidos por cuatro y ahora todo el mundo habla de eso.

­Pero ¿no están llamados los microbicidas a jugar un papel destacado en esa lucha contra la transmisión?

A mí me parece como algo espectacular, como si ya los microbicidas fueran a acabar con la epidemia del sida cuando es mucho más complejo que todo esto. Se trata de sustancias que ni están en el mercado, que su eficacia no será del cien por cien, que necesitan de la opción voluntaria de la persona y que no van a acabar con la discriminación de género, aparte de una discusión logística bastante compleja. ¿Cómo hacer llegar esos geles a millones de personas que viven en el Africa rural o el Sudeste asiático? Pero bueno, yo soy un gran defensor de estos productos que, además, servirán para discutir a fondo las relaciones de género socioafectivas.

­Deduzco también un mensaje crítico al papel relevante adquirido por personajes como los Gates y otros famosos.

Depende de lo que digan, pero el matrimonio Gates defiende también sus intereses. Yo, en broma, les decía a los compañeros que el lema de Toronto sería: «Cada vida salvada es un nuevo usuario de Microsoft». Preferiría que este señor diera su fortuna a Naciones Unidas y dejara de ir por el mundo como si fuera el nuevo mesías. Es cierto que mejor que dé el dinero a que se quede en un banco, pero, realmente, al final, cómo es posible que este señor acumule esta cantidad obscena de riqueza y venga aquí a decirnos que va a donar una millonésima parte de lo que tiene y que la gente le aplaudiera histéricamente. No me lo creía.

­La que ha quedado un tanto oscurecida en la cita canadiense ha sido la apuesta que se venía haciendo por las vacunas.

En esta cumbre no ha habido compromisos nuevos. Sobre los microbicidas, pues podemos tener resultados en cuatro o cinco años. Y de la vacuna, la verdad es que no se ha hablado mucho y es una lástima, porque las vacunas son la mejor solución en la historia de la humanidad. Y ha sido un error. Resulta que necesitamos tratamientos para todos pero es difícil creer que los va a haber para cuarenta o cincuenta millones de personas, eso es insostenible. Para que lo sea tenemos que conseguir que no haya nuevas infecciones y eso se conseguiría con un buen impulso a las vacunas.

­Quien también da la impresión de que ha tenido un cierto protagonismo ha sido Africa.

Bueno, en Toronto ya no se ha mirado tanto por países sino que se ha observado desde un problema global, porque si en Africa la situación es devastadora, lo que está pasando en Thailandia asusta, en India, en China... aquello puede ser una catástrofe si no se para. Y no olvidemos que en América Latina el VIH, durante un tiempo ,olvidado, está creciendo y hay que hacer algo. El gran problema es que los grandes países juegan al ajedrez con este tema. En el caso de Africa es el pique entre Francia y EEUU para ver quién controla el continente: por un lado, Francia pone cada vez más dinero en el Fondo Global donde quiere tener influencia; por otro, EEUU monta su propio programa y sus condiciones morales. Es muy difícil encontrar un país que apueste con recursos y no lo haga por interés estratégico o moral.

­A Toronto muchos de ustedes acudían con la esperanza de que las promesas de más fondos por parte de los gobiernos se cumplieran. ¿Ha sido así?

Aquí hay una situación paradójica. Tenemos unas personas muy ricas que están haciendo anuncios espectaculares de donaciones mayores que las que donan muchos países. Los Gates han anunciado 500 millones de dólares en cinco años al Fondo Global de Lucha contra el Sida, que es más de lo que da España. Eso te dice dos cosas: que es bastante penoso tener que depender de la voluntad de este matrimonio y no de la acción política de los gobiernos; y segundo, que al margen del VIH, nos hace preguntarnos qué modelos sociales tenemos para que estas dos personas acumulen tal cantidad de riqueza. Los anuncios han venido más por esa filantropía de los Gates o la Fundación Clinton que por los propios gobiernos y creemos que esto obligará a algunos de ellos a ponerse las pilas.

­Imagino que no todo han sido noticias negativas.

Hay noticias positivas pero en cuanto que te dicen que hay cosas que son posibles. Hasta ahora no era posible dar antirretrovirales en Africa, porque ¿como vas a dar a alguien un tratamiento complejo, una buena nutrición... ? Bueno, pues ahora en la región subsahariana hay una cantidad nada despreciable de personas en tratamiento, y eso quiere decir que es posible. Ahora, también decimos que hacer que llegue a todas las personas en riesgo requiere una cantidad ingente de recursos. Hablamos de países que destinan menos de un dólar por persona y día a sus sistemas de salud. Aunque les dieras antirretrovirales gratis, aunque se los mandaras en containers, no llegarían, porque hacen falta dispensarios, enfermeras, médicos, el trabajo es enorme. Hablamos de implantar un sistema de salud en Africa y ello requiere un compromiso enorme. Pero, al final, la atención a dónde va, al Líbano, donde está el interés geopolítico. Por eso, a veces el trabajo es frustrante.

­¿Dónde será la próxima cita?

Será en México D.F. La verdad es que fue un poco decepcionante porque todos esperábamos ir a Delhi o en su defecto a Rusia, pero en el tema de Delhi no está muy claro qué ha pasado y en el otro, el Gobierno ruso no apoya la conferencia. También es un problema logístico, porque en Africa, a parte de Durban, sólo se puede acoger en El Cairo. -


 
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