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Gara > Idatzia > Iritzia > zirikazan 2006-09-18
Josebe Egia
Mujeres que imprimen huella

Hay momentos en que coinciden en el tiempo mediático personas que, por una u otra razón, dejan huella. El viernes nos enterábamos de la muerte de Oriana Fallaci y ese mismo día se presentó la biografía de Pilar Miró, fallecida en 1997. Dos mujeres que han dejado huella y han hecho camino para muchas otras. Dos mujeres a las que en su necrológica se las puede unir. A ambas les ha caracterizado su independencia de espíritu, su valentía, decisión, pasión por su trabajo y por la vidaŠ Dos mujeres admiradas y denostadas, que provocaban amor y odio con igual intensidad, pero nunca indiferencia.

«La costumbre genera resignación; la resignación apatía; la apatía inercia; la inercia indiferencia, que impide el juicio moral y sofoca el instinto de autodefensa que lleva a batirse por unos ideales». Son palabras de Oriana Fallaci, probablemente la reportera más famosa del mundo en el final del siglo pasado, que cuando tenía diez años ya estaba en primera línea: vigilaba las calles de Florencia para la resistencia contra los nazis. Estuvo en Vietnam, en Oriente Próximo, en India, fue herida en la matanza de México en 1968Š Contribuyó, y mucho, a que las mujeres ocuparan un lugar en los medios informativos. La defensa de la dignidad de las mujeres era una de sus cruzadas, como la lucha contra la tiranía, la injusticia o el fanatismo.

Desde sus comienzos profesionales entró a saco en el mundo de la frivolidad y la jet-set para desenmascararlo. Luego le llegó el turno a la clase política. Oriana se hizo temible, marcó una época con sus entrevistas en profundidad en las que no dejaba ninguna pregunta en el tintero: sacó de quicio a Kissinger interrogándole sobre Vietnam, y a Jomeini le llamó tirano a la cara.

Precisamente entrevistando a Alekos Panagulis ­poeta y héroe de la resistencia griega cuando el régimen de los Coroneles­ encontró el amor de su vida. Se conocieron en 1973 y su historia duró hasta que Panagulis murió en un supuesto accidente de tráfico. En 1979 Oriana contó en su magistral “Un hombre” no sólo su historia personal sino, sobre todo, la resistencia de Alekos contra el fascismo y lo que sufrió en la cárcel/zulo en la que estuvo confinado.

Siempre diciendo «sus» verdades ­con aciertos y errores­, a partir del 11 de septiembre nos encontramos con una Oriana apocalíptica, convertida en profeta de la destrucción de Occidente por el Islam, en la línea del Papa Benedicto XVI. Con su pasión de siempre ha escrito artículos en los que, por el racismo y la xenofobia que rezuman, es difícil reconocerla. En cualquier caso, Oriana Fallaci ha sido una luchadora a quien respetamos. Su última batalla, que ha durado 15 años, ha sido contra el cáncer de pecho, «el alien», como ella le llamaba.

También Pilar Miró fue una luchadora. Madre soltera y orgullosa de ello ­cuando casi todo el mundo ocultaba ese «pecado»­, siempre tuvo problemas con su corazón, que al final se le rompió con sólo 57 años. A Pilar hay quienes la definen como una mujer ambiciosa, antipática, caprichosa e, incluso, cruel. Otras personas, en cambio, la describen como vulnerable, insegura y tímida. Todas coinciden en su valentía para afrontar los retos.

Para la mayoría de quienes la conocieron era terca, independiente, brillante, dulce, cariñosa y muy orgullosa. «Es difícil hablar del complejísimo mundo de Pilar Miró», dice Iñaki Gabilondo. «Fue la más fuerte de los débiles y la más débil entre los fuertes. Una mujer insoportable, extraordinaria, importante y profundamente incomprendida», añade. «Yo no sabía que era una mujer tan frágil», afirma Diego Galán, autor de su biografía, titulada “Nadie me enseñó a vivir”, «y tampoco sabía que tenía una obsesión tan grande con la muerte». En uno de sus diarios, ella apunta: «Debería buscarme a mí misma, perdida en mi trabajo, sola, intentando sobrevivir...».

Pilar Miró entró en el mundo político de la mano de su «amigo» Felipe González. Su gestión como Directora General de Cine y de RTVE fue defendida por la gente de ese ámbito. Probablemente se equivocó en que, al entrar en un ámbito «de hombres», ella, en el corto, decidiera comportarse como uno de ellos. Si embargo, dio una lección de coherencia y dignidad al negarse a «disfrazar» ­como le sugería la Intervención de RTVE­ la compra de vestuario que su cargo le exigía. Fue acusada de malversación de fondos públicos en un ejercicio de cinismo e hipocresía por parte de su Gobierno. Pilar Miró fue absuelta de los cargos, pero el linchamiento al que se le sometió fue brutal. -

jegia@gara.net


 
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