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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-10-14
Victoria MENDOZA | Sicoterapeuta y autora del libro «Terapia asesina»
«Los terapeutas debemos asesinar nuestro ego, porque tenemos mucho»
Una mujer a contracorriente. Impulsó una asociación de inmigrantes en la que también hubiese vascos; una de mujeres inmigrantes, pero también con hombres; defiende la atención a la mujer maltratada, pero más aún al hombre maltratador. Ahora, presenta su libro, «Terapia asesina», en el que desnuda todo lo malo de su propia profesión, para desgracia de sus colegas.

Un libro informal, nada intelectual y, a veces, hasta algo maleducado. Es el estreno literario de esta mejicana de origen y vasca de adopción ­lleva quince años entre nosotros­, que desempeña su labor terapéutica en la capital donostiarra. Una profesional poco convencional, admite, que incluso en un tiempo llegó a convivir con chamanes. Ciento veinte páginas que pretenden ser una crítica a la terapia conservadora y tradicional, «a los terapeutas que se creen cuerdos y a los pacientes que se creen espirituales».

­¿Un título provocativo?

Lo cierto es que quería un titular un poco loco, quizá como yo misma. Es una propuesta a debatir entre quienes hacen terapia: qué es la terapia, para qué nos sirve, qué estamos planteando mal, por qué es tan elitista, por qué hay tantos prejuicios con ella, quién la necesita, cuándo hay que terminarla... Es un libro para provocar, para que los terapeutas protesten y que los pacientes empiecen a plantearse a qué van a terapia.

­¿Una invitación a la catarsis dentro del propio gremio?

Sí, sí. Yo parto de la idea de que la terapia tiene que hacerse sin egos, de ahí que se trate de asesinar los egos. Y los terapeutas tenemos mucho ego y mucha vanidad. Nos creemos que estamos cuerdos, que lo hacemos bien, y muchas veces se nos ve como gurús a los que hay que creer y seguir. Y el terapeuta tiene que seguir haciendo terapia él mismo al mismo tiempo que la imparte. No es decir que yo estoy bien y son los pacientes los que están mal. Nosotros mismos caemos en esa trampa de que el paciente nos vea como un referente.

­¿Y no es así?

No. Por eso el título es un poco atrevido. Como terapeutas deberíamos trabajarnos, pisotearnos y destruirnos ese ego, esa vanidad... lo que nos estorba.

­Habla en su libro, además, de la implicación social.

Sí, porque la terapia también debe tener una parte social. Dar un día terapia gratuita, ponerse en contacto con ONG para que la terapia llegue a todo el mundo, a emigrantes, a gente que está en las prisiones, a mujeres maltratadas, a maltratadores, a niños... que sea algo más accesible. Porque los cursos de terapia son caros, los talleres son costosos y de ahí esa labor social.

­¿Cuál debe ser el papel del terapeuta?

Sobre todo, el de acompañar. Acompañar al paciente en su proceso terapéutico y que el paciente avance a su ritmo y avance hasta donde quiera. La terapia la puede hacer uno en el día a día, con su familia, en tu trabajo, y lo que el terapeuta debe hacer es darte esas herramientas para que en el día a día hagas la terapia. Estamos ahí para dar esos pequeños empujoncitos y pellizcos a nuestros pacientes con el fin de que no se queden dormidos o muertos, son ellos mismos, con su propio ritmo, quienes hacen su propio trabajo, sólo les tenemos que ayudar a quitarse las máscaras y los disfraces, y ponerlos frente a un espejo que dice verdades y que nos muestra quiénes somos realmente.

­¿Y cómo debe ser la relación entre terapeuta y paciente?

Más horizontal. El terapeuta no es el que sabe, el que manda y el paciente tiene que someterse a lo que hay. No, no es eso. De lo que se trata es de que aquí vamos a aprender los dos y vamos a acompañarnos en este proceso terapéutico; pero, insisto, para eso los terapeutas tendríamos que quitarnos mucho orgullo. Es como en las escuelas, donde las clases expositivas ya no deberían existir por ser algo caducas.

­¿Pero también deberá cambiar la actitud del paciente?

En el libro también hago referencia a que la gente no puede ni debe creerse especial por acudir a terapia, porque mucha gente piensa que por hacerlo ya son más buenos o espirituales. Porque no olvidemos que hay gente que se engancha, que va de taller en taller. Son herramientas que sirven, pero no por ello eres mejor que otro. Para mí, a veces, es más terapéutico ser ama de casa o madre de familia numerosa, eres mucho más espiritual por ver cómo te llega el sueldo a fin de mes que por acudir a unos talleres.

­¿Asistimos en la sociedad actual a un exceso de terapias?

Hay terapia para todo tipo de etiquetas y envolturas. Hay musicoterapia, arquiterapia, danzaterapia, terapias de no sé qué, de familia, de pareja, de duelo... Pero la terapia que se hace actualmente realmente no es terapia, son grupos como de crecimiento personal para el gran público, como para perder la timidez, el miedo, y eso te ayuda para algunos rasgos, pero lo importante de la terapia es que te ayude a ti a tener más herramientas para una vida más inteligente desde el punto de vista emocional, hacer que si tú tienes una crisis, un duelo, lo sepas aceptar y continúes y no te enganches a la tristeza.

­¿Qué respuesta ha podido palpar entre sus colegas?

Yo les invitó en el mismo libro a que empiecen a defenderse y a justificarse. Por eso digo que soy un poco mal educada en el libro. Incluso creo que hasta las feministas me van a poder criticar, porque les digo que no voy a perder el tiempo en escribir los y las, que lo que me importa es la idea.

­¿Y no le importa enfrentarse a sus compañeros de gremio?

Tengo ya tan pisoteado mi ego, que si me critican no me importa mucho. Yo sé que el libro no va a ser bien recibido, incluso me inspiré en muchos comentarios de doctorado, de talleres de gente que da terapia y cómo maneja la terapia. -


 
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