Por favor, dígame, señora George, que los pronósticos de que la pobreza no va a desaparecer nunca son mentira», pedía un oyente a la destacada activista antiglobalización Susan George, quien habló sobre la pobreza y la justicia el pasado miércoles en Donostia. No es de extrañar la desesperanza que mostraba ese señor, después de escuchar durante toda la semana los fatídicos vaticinios de organizaciones mundiales como la ONU o la FAO y los no menos pesimistas de las ONG. Si a estas constataciones le unimos el vil comportamiento del que diariamente hacen gala los grandes poderes económicos y políticos mundiales, caer en el desánimo parecería lo más lógico.

Susan George, vicepresidenta del movimiento antiglobalización ATTAC, no ofreció soluciones mágicas al nutrido público que desbordó la sala del Palacio Miramar donde ofreció la conferencia, organizada por la Diputación de Gipuzkoa y la Coordinadora de ONG de Euskadi. «Yo llevo 20 años luchando contra la injusticia y no hemos mejorado mucho», admitió. Sin embargo, dio una buena razón para no resignarse. «Es vital la presión continua de los movimientos sobre los gobiernos, porque si no enseguida dejarían de hacer lo poco que hacen», argumentó.

Dos clarificadoras frases de Adam Smith, considerado el padre de la teoría capitalista, explican por qué la riqueza y el «desarrollo» se han convertido en el privilegio de un club cada vez más selecto. «En todas las épocas, el mundo ha estado lleno de personas cuya máxima es ‘Todo para nosotros y nada para los demás’». Estas personas siempre están en el poder, conviene recalcar. La segunda máxima: «Si a un hombre le dan a elegir una joya de diamantes o mantener con ese dinero a mil familias pobres durante un año, elegiría la joya». Esta constatación de la mezquindad humana no da lugar al optimismo.

Susan George prosiguió con la cruda realidad. «La pobreza ha existido siempre. La diferencia es que la pobreza y la injusticia se han convertido ahora en un fenómeno global», explica. Por eso, «debemos buscar instrumentos globales para enfrentarlos». Pero «el movimiento global por la justicia no tiene herramientas globales, ni tampoco hay normas globales» para erradicar esta situación, añade. Por el contrario, los «todo para nosotros y nada para los demás» sí que tienen herramientas globales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), y normas globales «que sólo sirven para hacer cumplir las leyes del mercado». Estos organismos, precisamente, perpetúan la injusticia global y mantienen a esas personas en la cumbre.

Otra vez nos sobreviene el pesimismo. Pero, entonces, Susan George plantea una vía de lucha. El grupo ATTAC propone que se aplique la Tasa Tobin, una especie de impuesto a las transacciones financieras internacionales. Actualmente, esas operaciones no tienen limitaciones. Las cor- poraciones se aprovechan de los agujeros en las legislaciones estatales para aumentar sin límite sus ganancias. Regular estas transacciones, obligarles a que paguen impuestos según sus ganancias, como nos obligan al resto de ciudadanos de a pie, sería una forma, según Susan George, de que sus beneficios sirvieran para financiar programas para erradicar la pobreza o invertir en sanidad y educación en los países empobrecidos.

Otra de las acciones que propone la activista para mejorar la vida de los miles de pobres en el mundo es que los países ricos condonen la deuda a los pobres. Esta propuesta no es para nada novedosa, pero no por ello deja de ser válida. Con unas pocas cifras se ve muy claro. «En 1980, el llamado hemisferio sur debía 540.000 millones de dólares. En 2004, la deuda ascendía a 2,6 billones de dólares. En este mismo periodo, el sur pagó 5,3 billones». Es decir, que pagaron diez veces lo que debían en 1980, pero su deuda actual es cinco veces mayor que la original. Definitivamente, desalentador.

No obstante, como bien recordaba George, cambiar esta situación es más fácil de lo que parece, es cuestión de voluntad. «Si mañana mismo se cancelara la deuda, si los países pobres pudieran invertir en su país todo el dinero que destinan a la cancelación de la deuda, se solucionaría gran parte del problema». Otro dato escalofriante: «Africa está pagando 25.000 dólares de deuda externa por minuto». De esto se puede deducir, señaló Susan George, que «Africa nos está manteniendo».

Esta enorme carga que supone la deuda se une a las injustas leyes del comercio mundial. Europa y Estados Unidos dan unas subvenciones tales a sus agricultores, que éstos pueden vender sus productos a un precio muy reducido. Los agricultores de los países pobres, en cambio, no reciben ninguna ayuda y se encuentran con que no pueden competir con el rico. A esta estrategia de los ricos se le llama dumping. Susan George dio un ejemplo: «Alrededor de 30.000 explotaciones de Estados Unidos que cultivan algodón reciben anualmente subvenciones del Gobierno que un cultivador de Malí o Burkina Faso tardaría 400 años en ganar». En consecuencia, la política de los ricos «arruina cada año a miles y miles de agricultores».

La inmigración que los gobiernos de los ricos llaman «masiva» es, precisamente, consecuencia directa de este comportamiento depredador. «El norte ha hecho todo para que la inmigración sea la única salida para muchos», recordaba la activista. Que los ricos comprendamos esto también es vital para solucionar el problema de la injusticia. -