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Gara > Idatzia > Kultura 2006-10-23
Dos mil años atrás, viaje a la ciudad de Oiasso
Han transcurrido poco más de dos meses desde la inauguración del Museo Romano Oiasso, un recinto que ofrece la posibilidad de viajar dos mil años atrás para conocer los cimientos de lo que hoy es Irun. En esos dos meses se han superado todas las previsiones: según los responsables del museo, son ya 14.000 los visitantes que se han acercado a la exposición.

El museo Romano Oiasso, ubicado en la céntrica calle Escuelas de Irun, ha cumplido más de dos meses desde su apertura el pasado 20 de julio. Se trata de un museo arqueológico, el primero en Gipuzkoa, que reúne restos de época romana hallados en la ciudad de Oiasso. El museo ofrece la oportunidad de conocer el impacto del mundo romano en la sociedad indígena y la vida en la ciudad durante los siglos I y II. De este modo, pretende convertirse en el centro de referencia para el conocimiento y divulgación de la época romana en el Golfo de Bizkaia.

Según los datos que recoge el museo, los primeros contactos de los indígenas con el mundo romano ocurrieron hacia el año 80 a.C. Sin embargo, no fue hasta el año 10 a.C. cuando los romanos se establecieron en la comarca del Bidasoa, territorio vascón, donde fundaron la ciudad de Oiasso.

La ciudad romana vivió su apogeo durante los siglos I y II de nuestra era. Pero lo que ocurrió en los siguientes siglos es una incógnita para los arqueólogos. De lo que sí tienen constancia es de que para el siglo V ya no se utilizaban ni el puerto, ni la necrópolis.

La hipótesis de lo que pudo haber sido Oiasso es el resultado de las excavaciones arqueológicas realizadas por la empresa Arkeolan.

Los primeros hallazgos se produjeron en prospecciones subacuáticas en el fondeadero de Asturiaga, en el Cabo de Higer (Hondarribia) y en las excavaciones en la plaza de Santa María del Juncal. Posteriormente, en los años 1971 y 1972, se llevó a cabo una intervención en el interior de la ermita irundarra de Santa Elena, donde se descubrió un cementerio de época romana con más de cien urnas de cremación. En la década de 1980 se avanzó en el conocimiento de las minas de época romana en el entorno de Aiako Harria. Una década más tarde, concretamente en el año 1992, se descubrió el puerto romano de Oiasso en la calle Santiago de Irun. Varios años después, los registros portuarios se repitieron en otros puntos de la ciudad. Asimismo, los arqueólogos hallaron el taller de un herrero, un puente que cruzaba el río Bidasoa y restos de todo tipo, como vasijas de cerámica, muestras de calzado, joyas, clavos, anzuelos, etc.

En 1996, justo en el solar que se encuentra detrás del edificio que hoy alberga el museo, se comenzó a construir una vivienda. Inesperadamente, se toparon con multitud de ladrillos y gran cantidad de carbón. Fue entonces cuando los arqueólogos procedieron a excavar y descubrieron la existencia de las termas. Por ello, decidieron construir el Museo Romano Oiasso en ese mismo edificio, conocido como las antiguas Escuelas del Juncal.

Aunque haya transcurrido muy poco tiempo desde su inauguración del museo, tan sólo dos meses, las valoraciones son muy positivas, ya que ha sido masiva la afluencia de visitantes.

Según los pronósticos, esperaban atraer a 20.000 personas en su primer año de andadura y con el tiempo, alrededor de 30.000 anuales.

Hasta el momento, según los datos facilitados a GARA por la directora de la exposición, Mertxe Urteaga, ya han recibido cerca de 14.000 visitantes, la mayoría procedentes de Irun. Y es que son más de 6.000 los iruneses que se han acercado al museo, es decir, un 10% de la población.

Además de visitantes de toda Euskal Herria, también han recorrido sus instalaciones ciudadanos de la península, en su mayoría valencianos y catalanes, y de otros países de Europa.

La tabula de Peutinger

La visita comienza en el recibidor del museo con un mapa geográfico: la Tabula de Peutinger, una copia del original que databa del siglo IV, y que cubre Europa, partes de Asia (India) y Africa del Norte. Se trata de una red de carreteras del Imperio Romano que muestra los asentamientos romanos y las vías que los unen, además de ríos, montañas y mares. Precisamente, entre esos asentamientos se encuentra la ciudad de Oiasso.

Ya iniciado el recorrido, una foto actual de la bahía de Txingudi contrasta con la imagen que muestra cómo era ese mismo lugar dos mil años atrás.

Una vez de camino a la primera sala, varios paneles informan sobre curiosidades toponímicas.

Nada más llegar a la primera planta, a mano izquierda, una enorme cristalera permite observar las termas, cubiertas con un tejado de uralita. Sin embargo, aunque hayan comenzado a trabajar en la incorporación de éstas en el museo, Mertxe Urteaga prevé que habrá que esperar más de un año para poder visitarlas.

En esta primera planta se encuentra la sala del impacto romano. Un trabajo audiovisual muestra las relaciones entre los colonizadores y los indígenas. Describe la situación previa a la ocupación, los primeros contactos y las particularidades de los pueblos nativos. Inmediatamente después, una proyección de realidad virtual permite al espectador el primer acercamiento a la ciudad de Oiasso. El vídeo, que narra el viaje en barco de una familia desde Bretaña hasta la misma Oiasso, permite visitar el bosque, las termas y los almacenes de lo que pudo ser la ciudad romana. Todo ello, gracias a unas gafas especiales y a un mando que el mismo visitante debe manejar.

El recorrido sigue hacia la segunda planta, dividida en dos alas: una, alberga la sala del puerto romano; la otra, la sala de la ciudad de Oiasso.

La sección dedicada al puerto romano expone restos relacionados con la navegación, la pesca y el comercio. Pero el protagonismo se lo lleva el trozo de las gradas del muelle que fueron extraídas en la calle Tadeo Murguía. Son muy importantes, ya que en todo el área del Cantábrico no se han encontrado restos similares. Finalmente, un audiovisual de aproximadamente 15 minutos escenifica lo que pudo ser el día a día en el puerto romano de Oiasso.

El recorrido acaba en la segunda ala, que aborda el carácter urbano del asentamiento de Oiasso.

Utensilios de cocina, restos de suelas de cuero, adornos, figuras de bronce de varios dioses, agujas, vasijas de cerámica... Estas colecciones de restos hablan del nivel de vida alcanzado, muy en sintonía con los ambientes urbanos de las ciudades romanas del litoral atlántico. Todo ello se completa con un vídeo que recoge la labor de los herreros y otro audiovisual que recuerda la importancia de la minería y la siderurgia.

Y en el centro de la sala se encuentra la maqueta a escala que reconstruye la ciudad romana de Oiasso, hecha por Arkeolan, fruto de todas las excavaciones que han llevado a cabo en estos años. Una ciudad romana cuya superficie urbana se evalúa entre 15 y 20 hectáreas y que contaba con un puerto de gran actividad entre los años 70 y 200 d.C, unas explotaciones mineras en Aiako Harria, una necrópolis situada fuera de la población, y un fondeadero al pie del cabo de Higer en el que se resguardaban las embarcaciones. -


 
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