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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2007-01-03
José Luis Orella Unzué - Catedrático senior de Universidad
Pienso, luego Dios existe

Para Descartes el punto de partida de la metafísica estriba en la frase «Cogito, ergo sum». Esta frase tiene a mi entender mayor impacto y trascendencia si la proyectamos al fondo último de la existencia de todo ente y del ser, ya que éstos existen y se dan en la misma medida en que una conciencia lo testifica. En el absurdo de que no se diera una conciencia que lo personalizara, no existiría absolutamente nada; ni el cosmos, ni la naturaleza, ni Dios.

Pululaban desde siempre las fuerzas contrapuestas y chisporroteando formaban un cosmos como un ovillo de idas y venidas, de energías que emergían unas de otras en un «bing bang» eterno. Pero si hubiera existido en ese momento una conciencia que lo interiorizara habría afirmado que Dios es energía y que la energía es Dios.

Las energías que iban y venían en haces de luz multicolor, en fuerzas ordenadas y dispersas, en un momento concreto se fusionaron creando la materia en átomos, designando un espacio. Pero si hubiera existido en ese momento una conciencia que lo interiorizara habría afirmado que Dios es materia y que la materia es Dios.

La materia cósmica se consolidó en astros y estrellas y el vértigo se ordenó en leyes precisas y matemáticas, moviendo en constelaciones de rigurosa precisión la infinitud de satélites y supernovas. Pero si hubiera existido en ese momento una conciencia que lo interiorizara, habría afirmado que Dios es orden sin fronteras y que las leyes cósmicas son Dios.

Los haces de átomos se intercambiaron sus energías, se consolidaron en un espacio y en un tiempo y crearon la vida en elementales amebas y, más tarde, en formas multicelulares. Pero si hubiera existido en ese momento una conciencia que lo interiorizara habría afirmado que Dios es vida y que la vida es Dios.

La vida germinó en infinidad de géneros y especies que se acomodaron al aire, al agua, a la presión, a la atmósfera, a la lluvia, al desierto y aun a la voracidad de otros animales. Si hubiera existido en ese momento una conciencia humana que lo interiorizase, habría afirmado que Dios es multiplicidad y variedad y que la multiplicidad y la variedad es Dios.

Y a lo largo de miles de millones de años-luz, los animales acomodados al frío y al calor, a la sequedad y a la atmósfera se diversificaron en masculino y femenino y sintieron una ancestral atracción de mutua ayuda y de futura protección y copularon para generar vástagos. Y si hubiera existido en ese momento una conciencia humana que lo interiorizase, habría afirmado que Dios es sexo, protección y generación y que el sexo es Dios.

Los animales se esparcieron por un astro muerto llamado tierra que conservaba naturaleza, luz y calor, y formaron especies y familias, se expandieron en las profundidades del mar o en la altura de las montañas, se cobijaron en los árboles o se escondieron en cuevas. Y si hubiera existido en ese momento una conciencia humana que lo interiorizase, habría afirmado que Dios es instinto, familia, paternidad, maternidad o aceptación del mal, de la rapiña y aun de la muerte. Y hubiera afirmado que la muerte es Dios.

Y en la evolución de las especies animales nació una hembra extremadamente sensual, atrayente y bella que para conquistarla los machos agudizaron sus instintos hasta abocar a la conciencia. Y la conciencia afloró en la mente humana en este momento, porque ya con anterioridad y desde siempre existía la conciencia. Y al existir la conciencia humana, ésta interiorizó que Dios era belleza y conciencia y que la belleza y la conciencia eran Dios.

La inteligencia humana ha indagado los confines del cosmos y hasta las entrañas de la energía, ha puesto nombre a los animales, ha clasificado los instintos del hombre, ha programado las leyes de la naturaleza y los resortes de la conducta, ha crecido en edad, ha madurado en la felicidad, en el dolor y en la muerte y ha concluido que los seres y la vida humana desde el antes de todo, hasta el mañana de la propia nada, es únicamente Dios.

Dios en la conciencia del hombre es materia, energía, vida, lenguaje, felicidad y amor. Dios en la conciencia del hombre es paternidad, maternidad, desgracia y compañía del último viaje recibiendo con su capa y guadaña al moribundo que expira. Dios en la conciencia del hombre lo es todo desde siempre. Dios en la conciencia del hombre se hace visible como creador de una materia eterna, como regazo que acoge todo los seres en su providencia y como destino ético y final de toda conducta.

Si existe materia y energía, orden estelar, luz y calor, naturaleza y animales, sexo e instinto, amor y odio, belleza y mística es porque Dios es y está en todo desde el principio. Y aunque la conciencia individual de cada uno de nosotros termine con la muerte, pervivimos en la conciencia de nuestros amigos, en el recuerdo de nuestros hijos, en la naturaleza, en la belleza y en el cosmos, es decir, en Dios. -


 
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