Me siento parte de una cofradía de animales racionales que ahora mismo no sé si tengo miembro o miembra. Es grande la facilidad que tienen algunos animales llamados racionales al alcanzar los niveles ministeriales para soltar toda suerte de ideas peregrinas que descubren la poca capacitación intelectual con la que llegan a tener cartera, secretarias y chofer con cargo al presupuesto. Suma y sigue el desbarajuste, crece la sensación de poquedad y de poca consistencia que transmiten algunos miembros y miembras de los gobiernos que nos ha tocado en desgracia sufrir.

Huyendo del mundanal ruido futbolero, agotada mi resistencia ante el esfuerzo de Evaristo Mejide por adquirir protagonismo, alucinando por la obsesión de los programadores por insistir en los éxitos y poniendo otra versión de «Betty la fea» los de Cuatro, encontré El Loco de la Colina estaba emitiendo por Canal Sur una entrega de «Ratones coloraos'', en la que tuve la oportunidad de ver dos entrevistas seguidas, una a continuación de otra, en donde se hablaba de la vida animal, de la tortura y muerte de los animales, y se convirtieron en una magnífica sesión de asuntos de profundidad.

Miren, primero estaba un muchacho antitaurino que acababa de saltar a la plaza de las Ventas en Madrid, para protestar, y posteriormente fue detenido y etcétera. A continuación Luis Francisco Esplá, un torero licenciado en Bellas Artes, que es de los pocos que habla con profundidad, sensatez, y alivia las malas conciencias. El joven antitaurino, del que no recuerdo su nombre, decía que él había sido uno más de los infectados por la tauromaquia, que desde niño había visto los toros por televisión, que había corrido encierros, asistido a vaquillas, pero que en su evolución intelectual había llegado a la conclusión de que la tortura es mala, de todas las maneras. Ahora era vegetariano. El torero y pintor desde el otro lado, el del profesional taurino, expresaba con bellas palabras sentimientos encontrados. Partía de otro lugar: del mito, del ancestro, de la supuesta belleza estética, del enfrentamiento del hombre y la bestia. Ambos hablaban de la vida y la muerte. Y me sentí muy concernido.