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Bielsa ha reinventado al delantero

El día en que Llorente dejó de ser «Fernandito»

San Mamés ovacionó, al fin, al ariete, que firmó su partidazo con un arrebato final de genio ante Mascherano.

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Joseba VIVANCO

«Me mete caña para que espabile y me haga más fuerte», respondía un todavía `verde' Fernando Llorente en 2006 cuando le preguntaban por lo duro que su entonces técnico Javier Clemente era con él. Tiempos en los que el Rubio de Barakaldo le colgó el sambenito de `Fernandito', por su blandura e inmadurez futbolística. «Ahora es muy bueno, pero con 25 años. Con 21 no podía jugar porque no rendía, aunque tenía porvenir», se justificaba el técnico vizcaino hace sólo unos meses.

Ernesto Valverde había hecho debutar en Primera al canterano de Rincón de Soto ante el Espanyol el 16 de enero de 2005. Tres días después logró un `hat-trick' en Copa frente al Lanzarote. Se consolidó en el primer equipo y llegó a ser Bota de Plata en el Mundial sub´20 de ese año, por detrás de Messi.

Pero llegó el bienio negro del Athletic, de 2005 a 2007, y Llorente frenó en seco su progresión. En la primera campaña perdió la confianza de Mendibilar y su sucesor, Javi Clemente, le relegó al banquillo en la décima jornada. Dos goles en Liga y dos en Copa fue todo su bagaje anotador. En la siguiente temporada, con Sarriugarte y Mané, de nuevo pocos minutos, sólo dos goles y hasta silbidos para el delantero en La Catedral. Corrían malos tiempos. Tuvo que ser Joaquín Caparrós quien le revitalizara y al cabo de sus cuatro años en el banquillo rojiblanco condujera al juego del Athletic a la `Llorentedependencia'. Una apuesta, como se ve ahora, demasiado pobre y a la vez subordinado a un jugador apetecido por muchos clubes.

La llegada de Marcelo Bielsa y su discurso futbolístico en las antípodas del andaluz abrió serias dudas sobre el nuevo estatus del goleador. Parecía claro que iba a perder su papel referencial, el `patapúm' a su rubia cabellera pasaba a ser cosa del pasado y los centros al área eran contados. Pero el único que tenía clara la metamorfosis del riojano era el propio Bielsa. Si había conseguido que el Burrito Ortega persiguiera a sus rivales, qué no lograría con un Llorente ambicioso y en progresión.

Tres meses después, el equipo ya no juega para Llorente, es Llorente el que lo hace para el equipo. Y hasta en sus partidos más espesos cara a puerta -como contra el Barça, donde no remató una sóla vez-, sus compañeros reconocen en público que, como decía Muniain, «nos da aire allá arriba». Ha sido una reconversión made in Bielsa -quien recordó cómo en su día convenció a otro `9' de renombre como Hernán Crespo para que `empeorara' sus habilidades en favor del juego colectivo-, que el jugador parece haber asumido con esfuerzo redoblado y gracias a que también los resultados empiezan a vislumbrarse.

El desaparecido jugador, el `Fernandito' de los primeros encuentros de la era Bielsa resurgió cuando más se le necesitaba, en Anoeta, y a partir de ahí su nota en cada partido apenas ha bajado del notable.

El choque ante el Barça fue el culmen del reinventado Llorente, quien más allá de su gol, de su inagotable generosidad con el equipo, de que en los minutos finales del encuentro después de sacar una pelota en defensa al instante estuviera presionando a toda la zaga culé, más allá de todo eso, esos épicos segundos de su duelo a cara de perro con todo un jefecito Mascherano, donde el león acabó con la camiseta rasgada, fueron el detonante para que La Catedral, exigente pero sabia, le despidiera con esa ovación que hacía años el riojano reclamaba.

Ayer, articulistas, cronistas, tertulianos, todos se deshacían en elogios para el futbolista. La noche del domingo ante el mejor equipo del mundo, Llorente, por fin, dejó de ser `Fernandito'.

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