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Beneficios socioeconómicos de la independencia

«Escocia y Euskal Herria tienen los factores claves del éxito»

Jim Mather ha explicado estos días en Euskal Herria las razones del avance escocés hacia la independencia desde la perspectiva de la economía.

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Jim Mather

Exministro escocés de Industria, Energia y Turismo por el SNP

Jim Mather posee una amplia carrera empresarial y política. En 1996 se unió a las filas del Partido Nacional Escocés. Ha desempeñado funciones de parlamentario y de ministro de Industria, Energía y Turismo entre 2007 y 2011, año en el que se jubiló de la política. En la actualidad es profesor visitante de Strathclyde y director no ejecutivo de Bolxx Limited, entre otros cargos. En su currículum figura también el estudio sobre el impacto económico que tendría la independencia.

Ainara LERTXUNDI | DONOSTIA

Pragmático, directo y claro. Así se podría definir el discurso del exministro de Industria, Energía y Turismo de Escocia por el SNP Jim Mather que, invitado por la Diputación de Gipuzkoa, expuso en el Palacio Kursaal de Donostia los beneficios socioeconómicos que la independencia puede aportar a naciones como Escocia, Euskal Herria y Catalunya. Llegó vía Londres, «una muestra más de la dependencia hacia la City», y con lluvia, «un tiempo muy escocés», como él mismo comentó en tono de broma al inicio de la conferencia. En su apretada agenda, visitó empresas como Orona, CAF e Irizar, entrevistándose con sus responsables. También tuvo tiempo para atender a los medios, un ejemplo inequívoco de la importancia que Mather y, por extensión, el Gobierno de Alex Salmond otorga a la comunicación. «Se deben alquilar más salas como esta -en alusión al auditorio del Kursaal- para hablar con la gente. En Escocia, pusimos en marcha los Diálogos Nacionales, una experiencia piloto muy sencilla que consiste en alquilar una sala como esta, instalar un ordenador, un proyector y plantear preguntas como, por ejemplo, ¿cómo podemos definir un nuevo norte común? o ¿cómo crees que estaremos dentro de seis meses? Como no sabíamos qué acogida iba a tener la iniciativa, pusimos un límite de dos horas y media. Para nuestra sorpresa, la gente no se quería ir, quería seguir hablando. Fue genial. De esta forma, la ciudadanía se siente implicada y se va formando una energía común», resalta.

Para Mather, la consecución de la independencia se asemeja a la subida de una escalera, en la que «debemos avanzar peldaño a peldaño, con la mente abierta y estableciendo las prioridades», siguiendo así la «teoría de las limitaciones» del físico Eliyahu M.Golratt, que consiste en «identificar las cuestiones prioritarias y en centrarnos en buscar la mejor solución sin desviarnos del camino».

«En un mundo de verdades múltiples», remarcó, es necesario «mantener la mente bien abierta, apartar las cargas negativas y a quienes están dispuestos a acuchillarte por la espalda, y quedarte con lo positivo. El enfoque debe ser un aprendizaje continuo, analizando dónde estamos ahora y dónde queremos estar en unos meses». Para ello, recomienda mantener la sana costumbre de leer porque «hay una maravillosa bibliografía sobre la independencia, que nos puede ayudar a mantener nuestra mente abierta y así derrotar los razonamientos defensivos. Un profesor de la Universidad de Harvard dice que los seres humanos vamos mal porque siempre queremos tener la razón. Por ello, debemos ser más modestos, detectar los problemas y sus posibles soluciones. Esta teoría funciona».

En la entrevista a GARA, Mather insiste en su concepto de que ser un país grande no necesariamente garantiza su buen funcionamiento. «La ventaja de los países de menor tamaño es que pueden ser más flexibles, ágiles y adaptables», subraya. «No puedes optimizar un país si todo el presupuesto va a parar a Londres. Hay que empezar por explicarle a la gente que cuanto más poder y autonomía tienes, obtienes mejores resultados», asegura. «Tenemos dos caminos, o la independencia, que es como jugar al golf con todos los palos, o seguir como hasta ahora, con una reglas de juego ajenas a Escocia», concluye.

Un estudio publicado en noviembre por el prestigioso Journal of Economic Growth concluyó que tanto Escocia como Euskal Herria obtendrían sustanciales beneficios en caso de ser independientes. El análisis no solo tomó en cuenta el potencial económico de ambas naciones, sino también su identidad cultural, un factor más novedoso en este tipo de estudios. Tomando esta conclusión como referencia, ¿podría la marca escocesa competir, por ejemplo, con los productos británicos o con los de las transnacionales?

Absolutamente. No solo podemos competir, sino que lo podemos hacer muy bien. Según nuestros cálculos, de lograr la independencia, Escocia podría ser el sexto país más rico de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Como Euskal Herria, Escocia cuenta con los factores clave que garantizan el éxito: recursos energéticos, agua, una producción de alto rendimiento y poca gente. Si observas la lista de los veinte países más poderosos del mundo, doce son pequeños países. No necesitamos ser un gran país para defendernos o para tener un fuerte mercado tanto a nivel interno como exterior. Los países de menor tamaño son más manejables. Tenemos ejemplos exitosos como el de Noruega y Luxemburgo, pero también debemos aprender de los errores cometidos por Islandia o Irlanda para no caer en los mismos y sí repetir las cosas positivas que han hecho.

En una reciente conferencia suya ante empresarios catalanes, incidió en que «lo pequeño adquiere un significado mayor en el bienestar de las naciones». ¿A qué se refería?

La ventaja de los países de menor tamaño es que pueden ser más flexibles, ágiles y adaptables. Además, favorece la cohesión porque, al ser más pequeño, es más fácil agrupar a la gente en una misma dirección. Podemos unir al sector empresarial, energético, sindical, cultural, de transportes y al gobierno y, entre todos, discutir qué podemos hacer para que el país sea mejor y su rendimiento más efectivo. Algo similar sucede con los humanos. En ocasiones, ser grande te empuja a ir más lento, puede dañar tus arterias y articulaciones y hacer que pierdas flexibilidad. No hay más que ver el daño que Compact y Microsoft han hecho a IBM, Toyota a General Motors, Ryanair y Easy Yet a British Airways. Ser pequeño, ágil y flexible son factores clave. A ello se unen otros como compartir una meta en común, el sentimiento identitario y de pertenecer a una misma comunidad y de trabajar por el bien común. Ello favorece que la gente estreche lazos y tenga un mayor grado de confianza. Es más fácil que estos factores prosperen en un país pequeño que en uno grande.

¿En qué medida puede afectar la crisis económica a las demandas de independencia?

La crisis económica está en la mente de todos. Tal vez tengamos un modelo económico mundial injusto. Hay una tendencia a pensar que el mercado de libre comercio está dirigido a empobrecer las comunidades y que daña realmente a los países. Los únicos que parecen salir ganando de esta situación es el 1% de la élite en Wall Street o en la City de Londres, que se asemejan más a un casino que a un verdadero mercado financiero con espíritu de construir una economía real. Frente a esta economía de casino, en la que se compra y se vende todo, vaticino que asistiremos a una demanda por una sociedad más justa en sintonía con una economía real en la que se producirán bienes de consumo, negocios y edificios sostenibles a largo plazo. Las políticas de Margaret Tatcher, Ronald Reagan y la Escuela de Chicago de Milton Friedman fueron realmente exitosas en hacer al rico más rico y al pobre más pobre pero dejaron estadísticas horrorosas. En 1977, por ejemplo, el 60% de los salarios equivalían al 40% del Producto Interior Bruto de Gran Bretaña. En 2008, ese 60% ganaba menos de un 33% del PIB. Creo que la crisis puede ser un revulsivo para construir una sociedad mejor en la que se puedan implementar políticas económicas más equilibradas y se pueda redistribuir mejor la riqueza. Esos objetivos son más fáciles de lograr en países pequeños que tienen un mayor sentimiento de pertenencia a una misma comunidad y de responsabilidad.

¿Pueden naciones pequeñas como Escocia o Euskal Herria sacar provecho de la globalización actual?

Sí, creo que podemos hacerlo, pero lo fundamental es evitar ser engullidos por la globalización. Basta con ver lo que hicieron en la década de los 60 y 70 Japón, China o Corea del Sur. Si bien supieron manejarse con soltura en un mercado globalizado, no tuvieron la visión de proteger sus economías de intereses externos y, por ejemplo, lo que ahora se puede ver en China, en Corea del Sur y Japón es la prioridad de proteger sus industrias con el objetivo de construir sus propias capacidades y que su gente pueda vivir y trabajar en el país. Por tanto, creo que necesitamos recomponer el futuro para asegurarnos de que hacemos el máximo esfuerzo para sacar ventajas de la globalización, mientras que, al mismo tiempo, somos capaces de mantener el máximo de gente en nuestros países con empleos constructivos.

Desde su amplia experiencia, ¿cuáles son los factores clave para avanzar hacia la consecución de la independencia?

Los factores principales para avanzar hacia la independencia son involucrar a la gente, construir confianza, explicar el potencial real de la independencia. No puedes optimizar un país si todo el presupuesto va a parar a Londres. Tienes que gastar ese dinero en maximizar tu rendimiento, en conseguir unas rentas públicas a largo plazo y en fortalecer el país. Hay que empezar por explicarle a la gente que cuanto más poder y autonomía tienes, obtienes mejores resultados.

¿Cómo perciben los empresarios escoceses esta cuestión?

En Escocia, el mundo empresarial es bastante partidario de la independencia. El 96% son pequeñas o medianas empresas y han entendido los argumentos a favor. La pregunta que se les plantea es si quieren seguir trabajando para otros o para ellos mismos. Es más sencillo, lógico y da mayores beneficios trabajar para uno mismo. Podemos decir que estamos en una posición más fuerte; en 2007 no obtuvimos la mayoría absoluta y, en cambio, en 2011 sí. Eso dice mucho.

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