Casi un 15% de la población activa de Euskal Herria se encuentra en situación de desempleo, un total de 217.892 personas, según los datos aportados ayer por Gaindegia. Se trata de una cifra inédita y que raya lo insostenible, sobre todo en el sur, donde la tasa de paro se acerca de forma peligrosa a los parámetros estatales. Bizkaia, con un 17,4%, encabeza una escalada cuyo final ni siquiera se aprecia. Hace tiempo que la falta de empleo se convirtió en el principal problema económico de este país, por sus consecuencias estructurales, que frenan cualquier síntoma de recuperación, aun lejana, y sobre todo por el drama que supone para quienes han sido expulsados del mercado de trabajo y para sus allegados.

Un asunto que debería quitar el sueño a los responsables institucionales y que, pese a ello, se muestra huérfano de responsables, ya que cada vez que se publican los datos de desempleo algunos partidos e instituciones los reciben como si se tratara de fenómenos meteorológicos, desastres naturales de carácter imprevisible ante los que no cabe más que resignarse y tratar de paliar los daños. Sin embargo, esos números que van creciendo de forma implacable también señalan a los causantes de este estropicio, a quienes con sus políticas han conducido a miles de personas al borde del precipicio. El paro tiene responsables, y entre ellos se encuentran aquellos que han diseñado las políticas económicas de los últimos años, quienes han aprobado unas reformas que han arrebatado sus derechos a la clase trabajadora permitiendo a la patronal hacer y deshacer a su antojo, y quienes con sus recortes están dando la puntilla al sector público.

El paro es consecuencia del modo en que los gobiernos han afrontado la crisis, favoreciendo a sus causantes frente a los ciudadanos. Es un problema sistémico y solo dándole un vuelco al sistema, aplicando políticas diametralmente opuestas, podrá revertirse esta espiral que amenaza con destruir a toda una generación.